En Barcelona se ha celebrando un congreso de teléfonos móviles que en Sevilla nos hubiera hecho mucha más falta. Sus 60.000 participantes han dejado allí los millones a espuertas, mientras que aquí estamos tan tiesos que al tesoro del Carambolo habrá que ponerle como el nombre de esa chirigota callejera de Cádiz: el Tesoro de los Tartiesos. Y por ese congreso de Barcelona me he enterado que los creyentes en la nueva fe de los teléfonos inteligentes nos dividimos como en tres iglesias separadas: Iphone, Blackberry y Android. Pertenezco a la última, como feligrés del Samsumg GT-S5830, que profesa la fe del sistema Android, gracias a mi director espiritual en telefónica materia, don Marcos Benito Cruz, un impagable empleado del Cortinglés de Electrónica del antiguo Lubre del Duque, que al más lerdo en estos cacharros, como servidor, lo convierte en un periquete en un experto en nuevas tecnologías, ¿verdad, Carmen Tello; verdad, Soledad Becerril?
Y no sé si con la ayuda de Marcos, lo cierto es que alguien tan sevillano como mi querido Rogelio Gómez el de Trifón se ha convertido a la fe de la telefonía inteligente. El teléfono de Rogelio, como el mío, como el suyo de usted, trae una aplicación a la que no le había echado mucha cuenta: el Google Maps con la flechita azul de su GPS, que sobre el plano te dice en qué sitio de Sevilla estás. Como vivo en una especie de Albacete con armaos el Jueves Santo, no le había echado cuenta a mi calle señalada en el Google Maps. Pero héte aquí que Rogelio, estrenando su teléfono móvil en su casa del antiguo Barril de la calle Tomás de Ibarra le pegó el dedazo a la aplicación del plano y le salió la flechita señalando su calle. ¿Y saben ustedes cómo se llama Tomás de Ybarra en el Google Maps? Pues como se llamó siempre, como le decimos los del barrio: Calle Aduana.
-- O sea, que el Google Maps habla como El Pali...
Más o menos. Me llamó Rogelio tan entusiasmado como cuando me descubrió el escudo del Betis en la urna de San Fernando, me preguntó si tenía teléfono de esta guisa, y me invitó a buscar mi calle natal, Federico Sánchez Bedoya, en la aplicación de mapa. ¿Y saben cómo se llama Sánchez Bedoya en el Google Maps? Pues como le llamamos los del Arenal: Calle Bayona. Sorprendidísimos muy agradablemente, cada cual desde su teléfono inteligente, Rogelio me hizo buscar las calles de nuestro barrio, y todas están nombradas por el plan antiguo. Qué maravilla. La calle Antonia Díaz es en Google Maps lo que debe ser: Calle del Ancora. La calle que no sé cómo no le han quitado ya al alcalde que se hartó de derribar puertas y murallas, García de Vinuesa, se llama allí como debiera: Calle de la Mar. La Avenida, sí, la Avenida, es en Google Maps lo de antes: calle Génova. Fernández y González es Vizcaínos. Real de la Carretería, Varflora. Rogelio no se lo podía creer. Yo tampoco. Esto de que las nuevas tecnologías resuciten el callejero del plano de Olavide es prodigioso. Aunque sólo para nuestro barrio del Arenal. Bicheamos Rogelio y servidor por el plano de Sevilla del teléfono otras zonas, y Muñoz Olivé no es Lombardos; ni Alvarez Quintero es Escobas; ni Alfonso XII es Armas... Con guasa en manteca, Rogelio me dijo:
-- Pues como tu hijo Fernando trabaja en Munich en estas cosas de telefonía, yo creí que te habían llamado a ti los de Google y que habías sido tú quien les había dado las calles del barrio tal como tú las nombras.
-- No, no he sido yo, Rogelio. Seguro que ha sido desde Alemania. Pero a quien han debido de llamar los alemanes ha sido a su paisano Don Otto Mockel von Fries. Eso del Google Maps del Arenal, tan clásico como su traje de mil rayas, tiene que ser cosa de Don Otto Moeckel...