ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Qué guarros somos

No sé si el Ayuntamiento, el Consistorio, vamos, como se le llama ahora en lenguaje tertulianés hispalense, habrá cumplido con una tradición posterior a la Semana Santa: felicitar a todos los servicios municipales por el trabajo realizado durante la que antes se llamaba Semana Grande, y eso, gracias a Dios, ya nadie lo dice, porque, la verdad, a mí por lo menos me sonaba a Semana Grande de Bilbao o de San Sebastián, a feria taurina de por allí arriba, donde los tíos de la chapela y el lagarto, lagarto...
Entre esos servicios municipales que han realizado un esfuerzo importante durante Semana Santa, el Ayuntamiento suele felicitar muy especialmente a Lipasam, que hay que ver cómo deja a Sevilla como una patena en cuanto han pasado las cofradías. Yo no sé si será por esa máquina barredora nueva de color blanquito que se ha hartado de trabajar en los aledaños de la carrera oficial o si será por el nuevo equipo gerencial de las empresas municipales bajo mazas, bajo la suprema dirección de Jesús Maza, pero la verdad es que a mí este año me ha parecido que Lipasam se ha lucido especialmente en Semana Santa. Todo ha estado como más limpio que otros años.
A pesar de los sevillanos...
Y a eso es a lo que voy: que no basta con felicitar a Lipasam por su labor en Semana Santa. Hay otra cara de la moneda de la que nunca se habla. El Ayuntamiento debería pegar la bronca a los sevillanos por lo guarros que son, por la cantidad de cosas que tiran al suelo viendo pasar las cofradías. Que Lipasam limpie Sevilla en un periquete cuando acaba de pasar cada una de las cofradías por cada una de las calles de su itinerario tiene un mérito grandísimo. Sobre todo si se piensa lo guarrísimos que somos los sevillanos, y la cantidad de cosas que tiramos al suelo viendo pasar las cofradías. Parece que los sevillanos, en vez de ver las cofradías, bajamos a tirar la basura a la calle, de la cantidad de porquerías que dejamos. ¿Pero no se puede ver una cofradía sin tirar al suelo un verdadero vertedero? Por lo visto, no. ¿Usted ha visto cómo está la Avenida cuando levantan las sillas de la carrera oficial tras pasar la última del día? Hasta dos veces en el curso de la jornada cofradiera pasa un chaval o una chavala de Lipasam repartiendo bolsas de plástico, para que la gente eche ahí los desperdicios y los deje colgado del respaldo de la silla. Pues nada. La gente lo tira todo al suelo: papeles de caramelos, latas de refrescos, bolsas del bocadillo, papeles albales de los mentados bocadillos, botellas vacías de agua. Y luego hablamos de los chavales de la botellona, pero anda que los abonados de las sillas no les van a la zaga. --PUNTOAPARTE--
El Viernes Santo por la mañana, cuando la Esperanza de Triana alcanzaba ya el puente, la calle Adriano y especialmente los alrededores de la capilla del Baratillo estaban tan guarros como la Plaza del Salvador después de un fin de semana de la chavalería. ¿Pero cómo se puede tirar tanta basura al suelo para algo tan simple cómo ver pasar una cofradía? ¿Dejan así de guarras las ciudades de Castilla cuando han terminado sus tristísimas celebraciones pasionistas? Yo creo que no. Yo creo que eso del "¡tírelo usted al suelo mismo!" es una tradición sevillana. Que no sólo no se pierde, sino que va en aumento y progresión. Los hijos son más guarros que eran los padres. Debe de ser algo generacional. No entiendo nada. No entiendo por qué los sevillanos somos tan guarrísimos. Y de los cuartos de baño de señoras de los bares es que ni te cuento, ¡puf, qué asco!

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