Hay una
ferretería que es una raya en el agua en esta Sevilla donde
los comercios tradicionales cada vez duran menos, y donde no
te puedes bañar dos veces en el mismo río comercial de la
calle Sierpes, porque vez que pasas es vez que han cambiado
al menos un par de tiendas y franquicias desde tu anterior
paseo. ¿He dicho ferretería? Me he quedado corto: es un
museo. Por su continente, un museo del comercio tradicional,
con sus largos mostradores de madera, sus estanterías
labradas a medida, sus deslumbrantes escaparates. Y por su
contenido, un verdadero museo etnográfico de usos y
costumbres. Hablo del Bazar Victoria de Entrecárceles, una
maravillosa ferretería que el Ayuntamiento debería proteger
eximiéndola del IBI y los sevillanos mantener y conservar de
la mejor forma que podemos: yendo a comprar allí todo lo que
necesitemos para el piso, para el apartamento de la playa,
para la parcelita o para la casa de los abuelos en el
pueblo. ¿El qué? Pues todo lo que usted pueda pensar, cuanto
pueda haber en Leroy, pero con personal simpático de toda la
vida, sin que tenga usted que buscar por un bosque de
estanterías y sin que sea más difícil encontrar a un
dependiente que hallar una aguja en un pajar. Puesto que en
el Bazar Victoria yo creo que venden hasta agujas de coser
sacos y arpilleras, de punta plana, especiales para poder
ser halladas fácilmente en un pajar.
Estos comercios como el histórico Bazar Victoria de Isaías
Sainz y Compañía hay que protegerlos y cuidarlos, mimarlos.
De la mejor forma: yendo a comprar en ellos. ¡Qué tesoro
comercial tenemos en Entrecárceles, sin que le demos valor!
Pared con pared, la joyería que mantiene y cuida la familia
Reyes en todo el esplendor de su decoración modernista y, al
lado, este como victoriano y británico Bazar Victoria.
Cuando tantas tiendas históricas cierran y desaparecen o son
bárbaramente desfiguradas en plan Bar Laredo, el Bazar
Victoria está como toda la vida, desde hace casi cien años.
Huele a ferretería de pueblo, a tienda del Oeste en las
películas de combois, donde puedes encontrar de todo a lo
largo del mostrador monumental, en las estanterías como de
biblioteca nacional de los recuerdos. De un baño de cinc a
una jaula para grillos; de un molinillo de café de los de
manivela y cajoncito al robot de cocina más moderno.
Bombillas de bajo consumo y quinqués de petróleo; romanas de
pesar y balanzas de precisión... Almireces, dornillos y
majas del gazpacho, huevos de madera para zurcir zancajos en
los calcetines, palmatorias, braseros para la copa de cisco
picón, badilas para echar una firmita, cubos galvanizados de
cinc para sacar agua del pozo.
El Bazar Victoria tiene que hacer las delicias de los
encargados del atrezzo de las películas de época. Tú quieres
instalar una cocina exactamente igual que eran en Sevilla en
los años 50 y seguro que encuentras allí todas las piezas:
hasta el platero y el molinillo de rallar pan duro.
Calderos, trébedes, escupideras de porcelana para meter
dentro de la puertecita de la mesilla de noche, de todo
venden y flamante en el Bazar Victoria. Como una tienda de
antigüedades, pero llena de vida y atenta a todo lo nuevo.
Ya digo, un museo. Un verdadero Museo de Artes y Costumbres
Populares, pero vivo y en plena actividad. Tanta y tan
moderna, que si quieren ayudar a mantener el Bazar Victoria
y les da pereza llegarse hasta Entrecárceles, pueden comprar
todos estos prodigios por Internet. Les recomiendo que
entren en www.bazarvictoria.es . Igual de deslumbrantes y
maravillosos que sus escaparates de Entrecárceles son los
apartados de este sitio de compra por Internet, donde, ya
digo, puedes hallar de todo y encontrar para tus hijos en
este tiempo de globalidades la misma nostálgica jaula para
grillos tomateros que te regaló tu abuela o el barreño de
cinc donde te bañaban cuando ibas de vacaciones al pueblo.
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