ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Rescatar a Botín

  Yo admiro mucho a Emilio Botín, como admiro a Roig el de Mercadona, a Isidoro Alvarez el del Cortinglés, a Alierta el de Telefónica, a Benjumea el de Abengoa, a todo ese Dream Team de la empresa española que sí que formaría un buen Gobierno de Concentración, vamos a dejarnos de cuentos. Pero hay cosas de Botín que me rechinan. Por ejemplo, su afición por convertir en hombres-anuncio del Santander a todo su personal. En esta España donde no ves a un soldado de caqui por la calle ni a un cura con sotana, los únicos que van vestidos con el uniforme del cuerpo al que pertenecen son los ejecutivos del Santander. Tengo entendido que Botín amenaza con las penas del infierno del traslado a una sucursal de las Batuecas al empleado que acuda a una reunión sin la reglamentaria corbata roja, en esta España despechugada y descorbatada. No solamente han de ir de traje, con la calor que hace, sino con su corbata rojo corporativo, con los colores del banco. Cuentan que en cierta reunión donde Don Emilio impartía doctrina había un ejecutivo, quizá nuevo en esta plaza, que osó acudir con una corbata de Hermés, carísima, en vez de la encarnada corporativa. Don Emilio, al verlo, le echó tal mirada asesina que el hombre hubo de salir urgentemente a comprar una donde la hubiere, para anudársela inmediatamente y no buscarse una ruina. Es más: los chinos de esas 7.000 tiendas de los veinte duros que dice Roig el de Marcadona que hay ya en España tienen todos grandes reservas de corbatas Rojo Botín legitimo, para bancarios del Santander en apuros.
Yo me creía que Botín, apara acostarse, se ponía la corbata roja con el pijama. Y que se duchaba con la corbata roja puesta. Estaba equivocado. Lo ha aclarado una foto traidora que ha dado la vuelta al mundo desde Brasilia con motivo del viaje regio con una corte de empresarios españoles para reactivar nuestra economía. Hay veces en que Botín no lleva la corbata roja. Entonces es peor, porque va de hortera y oro. No sé qué habrá pasado entre los clientes y accionistas del Santander cuando hayan visto la foto de Botín vestido de mamarracho, con unos ridículos bermudas rojos, un polo del mismo corporativo color, unos tenis encarnados bastante chungos, y encima, lo que faltaba: ¡calcetines blancos! Mire usted, don Emilio: porque las mías son cuatro perras gordas que, como dice Curro Romero de las suyas, me como en un resfriado; pero si yo estuviera en taco, sacaba ahora mismo todos los caudales que le confío en el Santander. Hombre, no se puede dejar nuestro dinero ni un pilar fundamental de la economía española en manos de un señor que va vestido de mamarracho por el mundo y que, para más inri, se pone calcetines blancos. De un tío con calcetines blancos puede esperarse lo peor, ¿verdad, Alfonso Ussía? Y que se lo pregunten, si no, a los porteros de las discotecas elegantes que quieren evitar grescas.
Botín ha dicho allí en Brasilia que el rescate de la ruina de la Banca española se arregla con 40.000 millones de euros de nada. Eso no es urgente. La tiesura bancaria puede esperar. Lo más urgente de la Banca española es rescatar a Botín del ridículo de su horterada de las Bermudas rojas corporativas de uniforme y, sobre todo, de esos calcetines blancos con el atuendo encarnado. ¿No puede la Junta General de Accionistas del Santander hacer nada contra la horterada de las corbatas rojas obligatorias? Los activistas de Derechos Humanos, ¿no protestan porque Botín obligue a sus ejecutivos a llevar las corbatas rojas más feas del muuuuuuuundo? Hay una peligrosa parte cántabro-chuflona de Botín que linda con Revilla el de las anchoas y el taxi a la Moncloa. A ese Botín es al que hay que rescatar. Del mal gusto, que es mucho más difícil que de los activos tóxicos. Y además, ¡cuidado que vestirse de rojo, con el mal cartel que tienen en la Economía los números rojos! Si por lo menos fuera de verde del Betis y de los verdes campos del paradisiaco edén de la Montaña...

 

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