ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


No creo en la Unesco

  La Unesco es la perdiz que nos hemos inventado para marearla, en vez de parar por derecho y por Derecho (con mayúscula y con minúscula) la Torre Pelli. Yo no creo en la Unesco. Aparte de que, como la ONU, es una institución en manos de países tercerones y de mangones vividores, algo así como el Comité Olímpico y tantas mamandurrias internacionales, yo no creo en la Unesco, y menos pontificando sobre Sevilla, porque la Unesco tiene sobre Sevilla la misma idea que yo sobre Burkina Faso. (Les aclaro que yo, sobre Burkina Faso, como sobre tantas otras cosas, no tengo ni putidea.)
¿Qué sabe la Unesco de Sevilla para decirnos si sus monumentos están a recaudo, en perri o a nivel de Uganda? ¿Por qué le hemos de conceder autoridad local a la Unesco? ¿Quién ha votado a la Unesco en Sevilla? ¿Me pueden decir los votos que sacó la Unesco en las municipales? Sí les puedo decir los que sacó Zoido. Exactamente, 166.040 votos. Y digo yo: ¿sacó acaso la Unesco 166.040 votos en Sevilla, para que nos diga lo que tenemos que hacer, como si fuera el alcalde? Y otra cosa: ¿sacó Pulido 166.040 votos en Sevilla, de modo que mande más en la ciudad que el propio Zoido y siga adelante con la malhadada Torre Pelli, aun después que haya tenido que vender Cajasol a los catalanes que le han asegurado su plato de lentejas en el consejo de administración? ¿Quién le ha dado a Pulido, a Cajasol, a Banca Cívica y ahora a los catalanes de La Caixa ese poder e impunidad para seguir atentando contra el cielo de Sevilla y contra la Giralda, sin que un alcalde con 166.040 votos y mayoría absoluta como Zoido le haya podido parar los pies, sino, por el contrario, se haya convertido, contra lo que prometió, en el más ferviente exégeta del mamarracho, hasta el punto que va a ir a defenderlo hasta San Petersburgo, con lo lo lejos que está San Petersburgo y con el frío que hace en San Petersburgo?
La Torre Pelli tenía que haber sido parada no por la chorrada de la Unesco ni por los frescos que chupan del frasco en la Unesco. Tenía que haber sido parada porque es un crimen de lesa estética contra Sevilla. Lo importante y lo triste es lo que ha dicho la Plataforma Túmbala: que cuando Zoido llegó a la Alcaldía, la torre estaba en los cimientos y aun habiendo prometido que la pararía, el alcalde no hizo nada, y el mamarracho mamotrético va ya por la planta 30. Con lo fácil que hubiera sido actuar como Monteseirín cuando llegó a la Alcaldía y sin tener mayoría absoluta mandó parar del tirón el edificio de Moneo en El Prado, al que Soledad Becerril había dado licencia. Señor: de momento se para el disparate, se dice que se va a reconsiderar la licencia y se va a estudiar a fondo, ¿verdad, Ricardo Roldán? Y ésta sería la hora en que nos habríamos librado tanto del crimen de lesa estética como de estar en manos de unos mangones de la Unesco que no tienen ni zorra idea de Sevilla.
Aquí lo grave es que no sólo nadie paró la Torre, sino que nadie paró a Pulido, cuando dijo, como los canónigos que mandaron hacer la Catedral: "Fagamos una torre tal que los siglos venideros nos tomen por gilipollas". El problema no son los monumentos al borde de que los metan en la lista de Patrimonio en Peligro. El problema es que ya han asesinado el cielo de Sevilla, aunque la Unesco diga misa. Eso es lo irreparable. Lo de la Unesco es una chorrada. Una chorrada magna. Los turistas no van a venir o a dejar de venir porque Sevilla esté o no esté en la lista negra de la Unesco, ¿verdad, Isabel? Vamos, que usted, cuando organiza su viaje a París, le dice a la parienta: "Mari, ¿la Torre Eiffel está en la lista negra de la Unesco? Es que si está, no vamos a París..." ¡Tequiyá con el cuento del envergue de la Unesco, partida de cobardones!


 

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