Los
Palacios y Villafranca está al borde de una marisma del
Guadalquivir de caballos y cigüeñas. Se divisa en la línea
de su horizonte el lento y ancho río camino de Sanlúcar. Se
adivinan los arenales del Coto de Doñana y, a levante, la
azulenca silueta de la sierra de Gibalbín. Allá, a las
estribaciones de Gibalbín, me dirigía antier tarde. Al
Cortijo de la Sierra donde Fernando Villalón se arruinó
honrosísimamente intentando criar toros con los ojos verdes
que te quiero verde del verde, verde, limón, que serían
cuatreños entre García Lorca y Rafael de León. Espartaco y
Pepe Luis Vázquez Silva iban a tentarle unas vacas a Rocío
de la Cámara, que cuida y mima aquel paraíso entre la
marisma y la sierra con su señorío y exquisita elegancia.
Y camino del Cortijo de la Sierra pasé por Los Palacios.
Lleno de banderas españolas. Da gusto que juegue la
selección nacional de fútbol. A los españoles se nos quita
de golpe el complejo y la vergüenza de ser lo que somos, y
hasta los que dicen que la bandera nacional es de los fachas
cuelgan una rojigualda en el balcón o la hacen ondear con su
mástil y todo, que era mayormente la versión del orgullo
patrio que vi luego repetida en El Cuervo, que está justo en
el límite ecuatorial de las dos hemisferios de Villalón: "El
mundo se divide en dos grandes partes, Sevilla y Cádiz".
Tenían razón en Los Palacios para alzar pendones y poner por
las esquinas "banderas de desafío" nacional, como Juanito
Valderrama cantaba en "La alegría de Juan Vélez". Los
Palacios produce tomates, los mejores tomates del mundo,
poetas y artistas. De los tomates, luego he de hablar. De
los poetas y escritores, me bastará decir que en Los
Palacios nacieron, apunta, nene: Andrés Bernáldez, "El Cura
de Los Palacios", cronista de los Reyes Católicos; los
escritores y poetas Pedro Pérez Fernández, el compañero de
Muñoz Seca; Joaquín Romero Murube, que le dedicó su prosario
"Pueblo lejano"; y Felipe Cortines Murube. De artistas, allí
nacieron: Pepe Begines, el inventor del agro-pop de "No me
pises que llevo chanclas"; o el cantante Manuel Orta; o los
chavales del Coro de Los Palacios, siete mil veces mejores
que los Chicos del Coro de la famosa película francesa que
dieron el domingo con ABC.
Y sobre todo, nació Jesús Navas, futbolista del Sevilla F.C.
e iba a decir jugador de la selección, pero no, es más:
Navas es el hodierno salvador del honor nacional. Las
banderas nacionales que orgullosamente ondean por toda la
Patria no se han arriado gracias al tomate en forma de gol
de Jesús Navas, marcado agónicamente en los últimos minutos,
casi a la bética usanza más que al palangánico modo. Pero
debo confesarles un secreto: lo que hizo pasar a España a
cuartos en la Eurocopa y descabalgó a los arlequinados
croatas (que iban vestidos de cartel del Carnaval de Cádiz)
no fue, como digo, un gol de Navas. Fue de Navas, en efecto,
pero no un gol: fue un orondo y lustroso tomate de Los
Palacios en forma de gol. A las mismas horas en que en la
antigua Danzig del famoso Pasillo velaba Navas las armas del
honor patrio, el alcalde y los agricultores paisanos del
lateral presentaban la marca nacional colectiva de calidad
"Tomate de Los Palacios". Les juro que son los mejores, no
se dejen timar con tomates marroquinos chiguatos y traidores
de nuestro mercado. Los tomates de Los Palacios son los más
gordos, apretados y colorados del muuuuuundo. Pero no del
mundo de las dos partes de Villalón, sino del mundo mundial.
En esa marca de calidad se inscribe el gol, digo, el tomate
de Los Palacios que Navas le marcó a Croacia. En los
cuartos, cuando vean saltar al suplente Navas y correr por
la banda como galopan los caballos marismeños, nuestros
adversarios temblarán: "Cuate, aquí hay tomate". Tomate de
Los Palacios. Marca de calidad Navas. Que es quien marca y
salva el honor nacional.
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