ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Las lágrimas de San Pe...tersburgo

  Será esta noche, a la hora en que Cenicienta pierde el zapato. Los batidores de la Banda del Sol con sus alabardas y los músicos con sus clarines, vestidos con los uniformes que recuerdan al Regimiento de Caballería Sagunto número 7 marcharán por las Gradas hacia la Giralda. Tras gozar el cerrado paraíso de una Catedral desierta, silenciosa y nocturna, subirán las rampas de la torre mayor y por los balcones del montesinesco cuerpo de campanas se verán pronto los blancos penachos de sus cascos. Más plumas que añadir a la nómina empendolada de la Sevilla más verdadera. En Sevilla llevan plumas las cosas importantes: los armaos de la Macarena, los seises, los alguacilillos de los toros. Quizá una emplumada Sevilla cansada de ser Sevilla. Como en el poema de Cernuda: "Estar cansado tiene plumas,/tiene plumas graciosas como un loro,/plumas que desde luego nunca vuelan..."
Y cuando hayan sonado las 12, los músicos de la Banda del Sol repetirán el viejo rito que nació hace 600 años, cuando la toma de Antequera, que la ciudad continuó hasta la muerte de Bandarán, celosísimo mantenedor de sus tradiciones, y que tras su abandono y desaparición recuperaron gozosamente en 1986 un tabernero y un capellán real, Rogelio Gómez y el Padre Estudillo, tras vencer no pocas resistencias de los modernos calonges del Cabildo.
Hoy a las 12 de la noche y mañana a las 9 de la mañana y las 12 del mediodía, sonará en cada una de las cuatro caras de la Giralda, por tres veces en cada una de ellas, la vieja y breve melodía de las Lágrimas. Sostengo es como el toque de cambio de tercio de los toros, pero a lo divino. Sevilla cambia de tercio a la primavera para la suerte suprema de la calor. Y los clarines traducen a sonido de metales el Proverbio escrito sobre ese cuerpo de la torre: "Turris Fortissima Nomen Domini". El nombre del Señor es la torre más fuerte. Comienzan los toques por la cara Sur, y la proclamación de la Verdad del Apóstol Pedro resuena en los naranjos del Patio de Banderas, en la oscuridad olorosa a damas de noche de los jardines del Alcázar, llega a los reflejos de un río que se despide de Sevilla.
Terminados los toques rituales mirando a Dos Hermanas y a Los Palacios, a la marisma y a Sanlúcar, sonarán luego las Lágrimas por la cara de Poniente de la Giralda. Desde donde la torre se asoma a la plaza de los toros cuando los vencejos del Arenal bajan al albero para torear sin picadores. Sonarán los clarines que repetirán la melodía que conoce familiarmente desde hace tantos siglos la trianera torre de la Señora Santa Ana. Pero esta noche, quizá, cantará el gallo. No hay nada que mueva más a risa en los toros, murmullo de guasa en los tendidos, que cuando los clarineros sueltan un gallo en su toque del cambio de tercio. Me temo que esta noche los clarines de las Lágrimas de San Pedro, al tocar por la cara de Poniente de la Giralda, soltaran un gallo cuando vean la Torre Pelli. El gallo de San Pedro. El gallo de las negaciones y lágrimas de Sevilla. Por mucha pericia y virtuosismo que tengan con labios y boquilla, los clarineros soltarán un gallo en su toque cuando vean que allí, ay, sin que nadie haya querido remediarlo, está la Torre Pelli. Es para engolliparse. La torre más fuerte en Sevilla ya no es el nombre del Señor, sino la imbecilidad de los hombres. Serán las de esta noche las lágrimas de San Pe..tersburgo. Adonde hay quien ha ido ridícula y absurdamente a llorar. Y como los niños malos a sus profes y a sus seños, a decir que ya vamos a ser buenos, que nos perdonen, que no lo vamos a hacer más, esto de levantar rascacielos inútiles que hacen llorar a San Pedro y a Sevilla más que Jeremías.

 

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