Gracias a
las estadísticas de Carlos Navarro Antolín sabemos que en
Sevilla hay en las aceras 10.000 veladores plantificados por
los 4.000 bares que existen, uno por cada 180 habitantes. En
aplicación del concepto de Talento del alcalde, hasta hemos
cambiado la noción de acera. ¿Qué es una acera? Según el
Diccionario de la Academia, vulgo DRAE, acera es la "Orilla
de la calle o de otra vía pública, generalmente enlosada,
sita junto al paramento de las casas, y particularmente
destinada para el tránsito de la gente que va a pie." Eso es
por ahí. Aquí la acera es otra cosa. Aquí la acera, según la
permisividad municipal, es la "Orilla de la calle o de otra
vía pública, generalmente pavimentada, pero con una jartá de
baches y de losetas sueltas para que la gente se escoñe un
pie o se esbolille un tobillo, sita junto al paramento de
las casas, y particularmente destinada para que los bares
puedan poner todos los veladores que quieran, muchos más de
los autorizados por los que pagan canon, de modo que el
tránsito de la gente que va a pie se haga especialmente
imposible, sobre todo si son señoras con carritos de niños
chicos".
Y si hay 10.000 veladores que no nos dejan pasar por 10.000
sitios de 10.000 aceras, como por Santa María la Blanca o
por la calle Mateos Gago, ¿cuántas tiendas de camisetas hay?
Llamo genéricamente tiendas de camisetas a los
establecimientos que tradicionalmente se llamaban de
"Recuerdos de Sevilla", esos museos del arte kitsch donde te
vendían giralditas de calamina con o sin iluminación
interior, retablillos del Gran Poder y de la Macarena hechos
con hojalata pintada de purpurina, y abanicos con escenas
taurinas muy malamente dibujadas.
Las tiendas de recuerdos de Sevilla estaban en la calle
Sierpes, preferentemente en el tramo que va de Las Cuatro
Esquinas de San José al Círculo Mercantil. Allí estaban
todos los escaparates de palillos de plástico, muñequitas de
Marín vestidas de flamenca, toritos de felpa con unas
banderillas que siempre tenían los colores de la bandera
nacional sin necesidad de que jugara la selección de fútbol.
Muchas de esas tiendas, como el monumental escaparate
turístico de Casa Rubio, cerraron. Y fueron sustituidas por
las tiendas de camisetas. Que ya no están en ese corazón
sevillano de Sierpes. Las tiendas de recuerdos se fueron
buscando a los turistas al barrio de Santa Cruz. Empezaron
las tiendas de cerámica, que vendían, más que loza trianera,
piezas de Manises o de Talavera. Y luego vinieron los
negocios de las camisetas, los delantales de faralaes, los
sombreros de alancha chungaletas hechos en China, siempre
colorados...
En Sevilla no cabe un tonto más, como decía Santiago Amón de
España, no cabe un velador más en las aceras y no cabe una
tienda de camisetas turísticas más en el Barrio de Santa
Cruz. Por eso las tiendas de camisetas se han extendido por
toda Sevilla, en mancha de aceite desde la antigua Judería
que falsificó y se inventó folklóricamente el marqués de
Vega Inclán con vistas al turismo de la Exposición
Iberoamericana. Las tiendas de camisetas se extendieron
primero por la calle Mateos Gago. En Mateos Gago, donde no
hay un bar con veladores que no te dejan andar por la acera
hay una tienda de camisetas turísticas con chistecitos
malages sobre la siesta y la calor, cuando no con escabrosas
escenas fornicatorias. Luego llegaron a la calle Alemanes, a
Hernando Colón. Y siguieron hacia el río, por García de
Vinuesa, por Antonia Díaz. Ya llegan al Paseo Colón y pronto
llegarán hasta el campo del Betis. ¿Pero hay turistas para
tantas camisetas? Que yo creo además que son tan mugrientas
y cutres que las venden ya hasta sudadas...
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