Como las farmacias de 24 horas que
llenan la noche de Sevilla con la luz de una Cruz Verde
que nada tiene que ver con el barrio de la Feria, en
Internet siempre hay un trianero de guardia. Cuando no
está Emilio Jiménez Díaz contemplando el mundo "Desde mi
torre cobalto" (que es la de Santa Ana), están Ángel
Vela Nieto o Rafael Martín Holgado vigilantes sobre los
asuntos del Arrabal y Guarda en "Triana en la red". Blog
que me trae los ecos de la vieja revista "Triana" que
editaba aquella apasionada guardia pretoriana de amantes
del barrio.
Ahora Ángel Vela Nieto ha hecho desde ese Altozano o
Monte Pirolo de Internet algo tan trianero como
sevillano: el gorigori de un negocio que ha pegado el
cerrojazo. Era un negocio trianerísimo: el puesto de
sardinas asadas de la calle Betis. Tenía el encanto de
la arquitectura efímera. Parecía un aguaducho o caseta
de la Velá de Santa Ana al que le hubieran dado la venia
para que se quedase todo el año. No era de mampostería,
me parece recordar, no tenía cubierta a dos aguas,
total, ¿para qué cubierta a dos aguas, teniendo al lado
las aguas nutricias del río que dio, da y dará vida a
Triana?
El puesto de sardinas de la calle Betis tenía un nombre,
puesto en azulejos, ¡lagarto, lagarto con esto de los
azulejos en la calle Betis! El nombre era "Los
Chorritos". Que recibía por los que de unas verdes
mangueras de goma salían sobre el mostrador para
limpiarse las manos en unas como palanganillas. Ciencia
trianera pura. Sólo el agua fría, sin frotarse los dedos
siquiera, le quita a uno de las manos el olor de las
sardinas. Lo de "Los Chorritos" era tecnología punta
contra el pestazo a sardinas en las manos, para que no
se te vinieran detrás todos los preciosos gatos
callejeros del Altozano. Ángel Vela Nieto nos da el
nombre del inventor de "Los Chorritos" y creador del
popular negocio: Paco Monclova. Aparte de los chorritos
para quitarse la peste de sardinas, Paco Monclova
inventó también la quiniela, como documentó en la
revista "Triana"; pero como le ocurre siempre a los
grandes inventores, nunca le reconocieron oficialmente
la paternidad del invento, que no le dejó un duro. Paco
Monclova y después su hermano Baldomero dieron esplendor
al negocio, que renovaron en 1971, y que siguió allí
hasta nuestros días. Siendo precisamente lo más clásico
de una vieja calle Betis aún no terciarizada para el
turismo, donde estaba el difunto Bar Puerto, un par de
viejas tabernas y pare usted de contar, con el polvero
de Campuzano y la consulta médica del abuelo de María
García Corona. Y no como ahora, que toda la calle Betis
es un puro bar de copas, restaurante, café o sitio desde
donde sacan a los turistas las paellas de plástico ¡a
las 10 de la noche! Por no hablar del antiguo e ilustre
Kiosko de las Flores, trasladado desde el Altozano, que
viene a heredar el decanato de Los Chorritos en una
calle Betis que Abades Triana puso estilo NH, pero en
cursilón de platos cuadrados.
Este Paco Monclova del que nos habla Vela Nieto fue el
inventor del grito de guerra del puesto que ha cerrado.
Grito que dio la vuelta al mundo por su gracia trianera,
anunciando: "Sardinas vivas, ¡viva!". Y creó aquel otro
lema histórico, hablando de las excelencias de sus
sardinas: "No pican, empican". ¡Ole el dominio del habla
trianera! Esta es la verdadera Triana, no un azulejo
hortera de freidurìa puesto en la Zapata. A la que los
pedantes al uso, por cierto, "allí le llaman El
Malecón": que El Malecón está en La Habana y en mis
Habaneras de Cádiz, joé, que en Triana la que está es la
Zapata de toda la vida, como ha denunciado Carlos
Navarro Antolín. Yo creo que las Sardinas Vivas se han
muerto como señal de protesta por la desnaturalizaciòn
de la calle Betis con el dichoso alicatado que estos
catetos de los 20 Concejales, 20 (y Una Torre Pelli)
quieren poner al grito de: "¡Malecón el último". Las
sardinas vivas han muerto: ¡vivan las sardinas vivas y
muera el alicatado de la Zapata!