ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Delicias y Nueva York

   Lo de los duales barrocos es un socorrido y manido tópico que le hemos contado a Sevilla, y ella, mujer a la que le gustan las lisonjas, se lo ha creído. Todo tiene su cara y su cruz, Maricruz, en esta maravilla de mujer que es Sevilla. Me refiero hoy a los duales por los dos muelles tan distintos que tiene ahora Sevilla en la ordenación de la margen izquierda de la dársena del río, en una operación que se diseñó durante la alcaldía de Monteseirín. Por cierto, ¿dónde está Monteseirín, que no hay quien lo vea, no por ventana ni por azotea? Sabemos dónde están los otros ex alcaldes, Soledad, Rojas Marcos, Manuel del Valle, Uruñuela, Parias, pero nadie sabe dónde se ha metido o dónde han enchufado los suyos a Monteseirín. Que en eso sí que son unos monstruos, colocando cesantes de los suyos, buscando mamandurrias para los rechazados por las urnas.
Monteseirín y su partido entregaron la Sevilla más cercana al río a un grupito privilegiado de arquitectos del Régimen que hicieron allí perrerías. Al uno le dio San Telmo, para que se hartara...y se hartara de derrochar millones. A otro, los Jardines de Cristina, para que los pusiera fríos y nórdicos, y para que colocara una absurda pérgola modelo Expo en lo que fue la avenida de San Jurjo, un santo que no les gusta nada a los de la Memoria Histórica y quitaron del nomenclator. Y a otro arquitecto del Régimen le dieron los bordes del río propiamente dichos, donde ha hecho, eso, borderíos de modernidad. Hay que tener mucha fe en este Año de la Fe para ver la cantidad de tonterías que han puesto en el Muelle de Nueva York y creerte que estás en Sevilla. En el muelle donde embarcaban antaño las cargas de naranjas, los barriles de aceite y los bocoyes de aceitunas aderezadas en Dos Hermanas.
Pero por muchas chuminadas que hayan puesto allí para seguir tirando el dinero en un sitio que estaba aceptablemente bien tal cual estaba, al Muelle de Nueva York se puede entrar con una cierta facilidad: basta bajar desde el puente de San Telmo o desde Las Delicias. Lo malo es el otro dual que arreglaron antes, el otro trozo de muelle, aguas abajo del Puente de Los Remedios, al que le pusieron este mote, "Puerto Delicias". Lees en un cartel "Puerto Delicias" y te crees que vas a encontrar una cosa así simpática como Puerto Banús, Puerto Portal o Puerto Sherry. Y, en su lugar, hallas el lugar más solitario del mundo, con dos restaurantes que abren únicamente a las horas de comer y con las paradas obras del Acuario. En buena hora paradas. Han dejado de tirar en ellas el dinero. ¡La falta que le hará al muelle un Acuario!
Si el recién abierto Muelle de Nueva York puede que tenga un día vida, niños jugando, gente paseando a su perro, enamorados paseando de la mano, el desierto Puerto Delicias es el mejor monumento al despilfarro que se haya podido levantar en Sevilla. Un lugar donde es dificilísimo llegar, porque está vedado a la circulación. Donde llegan los barcos de los cruceros turísticos...cuando llegan, de higos a brevas, ya que el único habitual es el enigmático "La Belle de Cadix", del que nunca hemos visto ni subir ni bajar a un solo turista. Pasear por Puerto Delicias da miedo, de lo solitario que está. Tan solitario como el aparcamiento subterráneo que lo recorre en toda su longitud, donde nunca hay estacionado un solo coche. ¿Cuánto nos costó Puerto Delicias? ¿Tan caro costó que lo tienen así, sin utilizar, como los juguetes delicados que traen los Reyes y que no se les dan a los niños para que no los estropeen? Y el nombrecito... No hay nada menos delicioso que Puerto Delicias. Ojalá las verdaderas delicias estén un día en el muelle de Nueva York, cuando los sevillanos lo sevillanicen.
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