Para memoria histórica, la que tiene el sevillano de cómo fue su ciudad, de lo que se ha ido transmitiendo de padres a hijos. Verán por qué lo digo. Estábamos muy agradablemente almorzando las mejores croquetas del orbe católico en la antigua Casa Ovidio, en esa Casa Ricardo mucho más famosa que su paredaña Casa de Hernán Cortés, y a la hora de los cafeles y los piononos del Arahal (que están desbancando en Sevilla a los granadinos de Santa Fe), uno de los comensales que tenía que ir al Arenal preguntó algo muy propio de aquella collación de los nazarenos del Gran Poder y de "El rito y la regla" de Rafael Montesinos: el camino más corto. ¿Cuál era el camino más corto para ir al Arenal? Cada cual que estaba en la mesa dijo el suyo, hasta que alguien propuso otro que pasaba por el Callejón de los Pobres. Y el menos versado en sevillanía preguntó a quien tal decía, muy extrañado:
-- ¿El Callejón de los Pobres? ¿Dónde está eso?
Y tuvieron que explicarle que el Callejón de los Pobres ya no existe más que en la forma de nombrarlo, evocándolo. Ya ni es Callejón ni es de los Pobres, pero se le sigue mentando así. Es la ajardinada y peatonal calle Josefa Reina Puerto, que va de La Magdalena a San Eloy, en cuya esquina está la Caja Rural. El Callejón de los Pobres estaba formado por unas manzanas de casas que derribaron, cuanto más tarde, allá por 1960. El que se sigue llamando Callejón de los Pobres tendrá de ancho, ¡qué sé yo!, lo menos quince o veinte metros. De callejón, nada. Y aunque desapareció hace 50 años, en el callejero popular sigue existiendo.
Yo lo llamo el Callejero Fantasma de Sevilla, que no viene en la guía telefónica, ni en los mapas, ni en los planos, ni en el nomenclator. El sevillano sigue orientándose en la ciudad por hitos que desaparecieron hace siglos. Por ejemplo: los béticos, camino de nuestro templo, nos citamos quizá en La Botella. Que es la esquina de Páez de Ribera con La Palmera. Cuando la Exposición Iberoamericana de 1929 hubo allí una tal botella, un envase gigantesco y monumental de cava, anuncio creo que del Codorniú. Pero la botella de La Botella fue desmantelada en 1930, y aún seguimos mentándola. Bueno, como en La Cartuja, de Expo a Expo y tiro porque me toca, muchos se siguen refiriéndose al Palenque, cuando ya ve usted la de años que hace que derribaron el Palenque.
¿Y las puertas? Lo más lírico del Callejero Fantasma es cómo las puertas del recinto amurallado permanecen en pie en la memoria del sevillano, cuando las derribaron en tiempos de los abuelos de nuestros bisabuelos. Echen la cuenta de las generaciones. La Puerta del Arenal la derribaron en 1864; la Puerta Carmona y la Puerta de Triana, en 1868; la Puerta Osario, en 1869. Y así todas. Es decir, hace siglo y medio. Y al sevillano no le tienen que decir dónde estaba la Puerta Carmona, porque forma parte de su callejero. Como yo me sigo tomando unos helados hipocalóricos maravillosos en el Rayas de la Puerta de Triana, que usted sabe perfectamente dónde está, sin necesidad de que la evoquen dos palmeras plantadas con mucho malaje, porque esa puerta donde mataron al Conde del Águila forma parte de la memoria colectiva de la ciudad.
Y no sólo las puertas. Todo lo que desapareció permanece en el Callejero Fantasma, como una resurrección de la ciudad muerta. En el Duque siguen siendo referencias el Lubre y la Cafetería Amarilla. Que ya no existen. Dejamos el coche en el aparcamiento subterráneo de Galerías en La Magdalena. Y ya ve usted la de años que hace que las Galerías Preciados no existen. La exitosa Bodeguita Casablanca está frente al Coliseo, que hace lo menos cincuenta años que ya no es el cine Coliseo España, sino un banco antes y ahora la Junta. Un libro entero podría hacerse del Callejero Fantasma de Sevilla. A lo mejor un día me voy a un banco de Ikea de la Puerta Jerez (que tampoco existe), me siento y lo escribo allí tranquilamente.