ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


De medio ganchete

 Tendremos que inventarnos algo parecido a lo de Rubén Darío en su "Letanía de Nuestro Señor Don Quijote": "De las epidemias de horribles blasfemias/de las Academias,/ ¡líbranos, Señor!". La "Letanía de la Comunicación" que propongo sería algo así como: "Del que en imagen es asesor, ¡líbranos, Señor!/Del experto en comunicación, ¡líbranos, Señor!". Ni el Rey Nuestro Señor se ha librado de esta plaga que todo lo domina y trueca. La dictadura de los asesores de imagen es mucho más férrea que la de los inquisidores de lo políticamente correcto, que ya es decir. Tú te pones en manos de un asesor de imagen y puede ocurrir de todo. Y eso de entregarse al peligro de un asesor de imagen ocurre en las mejores familias. Hasta en la Familia Real.
Los asesores de imagen han sido los culpables de que Su Majestad le haya tenido que dar la vuelta al calcetín de la famosa sentencia de otro guru de la comunicación, de Marshall McLuhan: "El medio es el mensaje". Loa asesores de imagen de Don Juan Carlos le han obligado a que lo invierta en la Nochebuena, de modo que la frase macluhaniana quedara de la siguiente forma: "El mensaje (de Navidad) es el medio, el Rey medio sentado en el borde de una mesa".
Sí, es cierto lo que se ha dicho: esa manera de sentarse en el borde de la mesa mientras se habla es usada por muchos profesores para hacerse sentir más cercanos de sus alumnos. El profesor, sentándose así, es como si voluntariamente abandonara la autoridad y solemnidad de su cátedra. No se olvide que "cátedra" es directamente la palabra griega "cathedfra", que significa "asiento". Aunque algunos catedráticos no descartaban su sillón y hablaban así, descansando salva sea la parte sobre el borde de la mesa, por otras razones. En la Facultad de Letras nos daba clases un catedrático que siempre se apoyaba así en la mesa para explicar su clase. Mas no era para abandonar el dogmatismo del magisterio de la cátedra, sino que el hombre aprovechaba así el borde de la mesa para darse con ella en los picores de las almorranas que padecía unos rascones bastante importantes.
Otros podrán decir, quizá, que el de Su Majestad, nada "ex cathedra", por tanto, ha sido un mensaje de medio ganchete. Incluso los más castizos sevillanos matizarán que estaba arreguinchado en la mesa. Veo que los asesores de imagen del Rey son unos expertos en comunicación corporal como una catedral. De catedrales se trata. Se las conocen a fondo. Y han observado que en los abatibles asientos del coro de casi todas ellas existe lo que se llama "la misericordia", que no tiene nada que ver con la virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los males ajenos. La misericordia es como un saliente que los carpinteros ponían al asiento abatible de los coros catedralicios, de modo que los canónigos pudieran descansar disimuladamente, medio sentados sobre ese promontorio, cuando debían estar en pie en el rezo de las horas canónicas. Como no era cosa de que el Rey diera el mensaje de Navidad desde el coro de la Catedral de la Almudena (que como es moderna no sé yo si tendrá misericordias en sus asientos para el disimulado descanso de las posaderas capitulares), los asesores de imagen decidieron que Don Juan Carlos se aliviara sobre el borde de la mesa, como aquel hispalense catedrático de los rascones hemorriodales. En su mensaje de Navidad el Rey ha rescatado la misericordia de los asientos de los coros catedralicios en las Vísperas y Completas de sus certeras palabras. Y también la misericordia como virtud: chungo de pinreles como anda Don Juan Carlos, tenerlo en pie y sin muletas durante todo el mensaje y las pesadísimas repeticiones televisivas de su grabación era absolutamente inmisericorde.
 

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