ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Cabalgata y cofradías

 Es creencia aceptada que en Sevilla hay muchas Semanas Santas. Tantas como sevillanos. Cada sevillano tiene en la cabeza y en el corazón y vive su propia Semana Santa, que muchas veces apenas tiene nada que ver con el vecino de bulla o de silla en la carrera oficial. Si ayer dijimos que la Cabalgata entronca con Sevilla según el genial invento procesional de José María Izquierdo, hoy hemos de pensar que, al igual que en las vivencias de la Semana Santa, no existe una sola, sino cientos de miles de Cabalgatas. En lo que llegamos a la conclusión, que adelantábamos ayer con el heraldo, de que entre la Cabalgata y la Semana Santa hay más parecidos de los que pensarse pueda. Como que ambas son hijas que parió Sevilla.
Cada sevillano vive su Cabalgata. O decide no vivirla de ninguna manera, como el que no va a verla. En esto es parecido al laico o agnóstico o comodón objetor de cofradías, el que llega el Domingo de Ramos y se va a la playa. A diferencia del objetor de Semana Santa, el de Cabalgata no se va a la playa como los que se najan en Semana Santa, porque, ¿quién se va a ir a la playa con el frío que hace y con lo helado que tiene que estar el apartamento? Lo que hace el objetor de Cabalgata es dar esta tarde unos rodeos enormes para no tropezarse con carroza alguna ni con ningún beduino. Pero mañana por la mañana la realidad cabalgateril tendrá su venganza con él: a lo mejor lo despiertan los tambores, cornetas y cohetes de una cabalgata de barrio que pasa por debajo mismo de su casa.
Otra cosa en la que se parecen bastante Cabalgata y Semana Santa es en el anonimato de los que participan en el cortejo. El betún es el antifaz de la Cabalgata, el que oculta el rostro de los...iba a decir nazarenos. Y en cierto modo, la Cabalgata tiene hasta sus nazarenos, que son los beduinos, blancos como los de La Paz, la Amargura o La Candelaria. Como a los nazarenos, a los beduinos se les pide caramelos. Los beduinos son los más cofradiero de la Cabalgata: no tiran los caramelos como los Reyes, sino que los dan en la mano, como los nazarenos de las cofradías de capa. Espero que los beduinos sigan siempre repartiendo caramelos y no impongan la moda de regalar medallas o estampitas.
En una cofradía en la calle, por muy importante que sea el que lleva la vara dorada, no es don Fulano o don Mengano, nunca es él mismo, sino el hermano mayor. Igual que en la Cabalgata. Los que encarnan a los Reyes, por muy ricos, poderosos o famosos que sean, dejan de ser ellos mismos para ir por Sevilla como Gaspar, Melchor o Baltasar, triada de hermanos mayores de la cofradía de la ilusión.
Y algo también muy parecido entre Cabalgata y Semana Santa: el peso del recuerdo. Solamente de niño se vive en primera persona, en presente y en vivo y en directo la Cabalgata. Después, de padre joven, de tía soltera, de abuela, se vive la Cabalgata a través de los ojos de los niños. O del recuerdo. Hoy muchos se acordarán de cuando sus padres los llevaban a ver la cabalgata a la salida de aquel cobertizo de los jardines de San Telmo que llamaban Pabellón de México. Algunos incluso recordarán las carrozas tiradas por mulas, antes de los tractores. Y será la misma alegría callejera del Domingo de Ramos. Los globos del Domingo de Ramos son los mismos globos de la Cabalgata. Al igual que todo lo importante de Sevilla, como la Semana Santa, la Cabalgata transcurre por la calle, con tambores y cornetas, de balde y con globos en manos de los niños. Ese globo que se le escapa de las manos a un niño cuando La Estrella está pasando por el puente. La Estrella de la Ilusión o la Estrella de Triana. Y todos, mirando cómo asciende por los cielos ese globo escapado de la bulla, tenemos una idea bastante aproximada de la inmensidad de la alegría.


 

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