ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El Bacalao vuelve a su Cuesta

El Bacalao se puso en 1922 y fue retirado en 1976 (gentileza de Julio Dominguez Arjona, "La Sevilla que Vivimos")
 

En Sevilla tenemos todo un nomenclátor de topónimos populares que hacen referencia a elementos urbanos que desaparecieron hace muchos años, pero que se conservan vivos en la memoria de la ciudad. Por ejemplo, las puertas de la muralla. Aunque la que menos hace siglo y medio que la derribaron, siguen figurando en este callejero popular la Puerta de la Carne, la Puerta Real, la Puerta Carmona. Y sin ir al siglo XIX: a la plaza de Jerónimo de Córdoba no se le llama así, sino del Rialto, por el cine que allí había, cerrado hace ya un chaparrón de años.

Lo mismo pasa con la Cuesta del Bacalao. En esta Sevilla llana como la palma de una mano abierta, que dijo Pedro Salinas, hay dos cuestas: la del Rosario y la del Bacalao. Cuesta del Rosario es su nombre oficial. Pero la Cuesta del Bacalao no se llama así, sino Conteros y Argote de Molina. Nadie se lo dice. La mienta por la muestra en forma de bacalao de una tienda de ultramarinos que allí había, en la esquina con Placentines. La tienda El Bacalao, por su muestra, le dio nombre a la cuesta más cofradiera de Sevilla. Pero El Bacalao cerró hace ya más de cuarenta años y la muestra, el gigantesco pez teleósteo de madera, fue descolgada de su lugar. El sevillanísimo bacalao de los soldaditos de Pavía, de las tortillitas de bacalao y del bacalati con tomati; el bacalao que da nombre a los estandartes de las cofradías; el imprescindible bacalao cuaresmal, fue descolgado de su esquina, pero los sevillanos lo dejaron colgado en el callejero popular de modo imperecedero.

Corrió el destronado bacalao oscura suerte, y la última vez que lo vimos estaba en un sitio que no le pegaba nada: en la calle Arfe esquina a Varflora, en la esquina donde Navarrito tuvo su alpargatería, frente a El Reloj. Lo conservó el señor Baco, el hostelero con nombre de dios del moyate y del morapio, dueño de la cadena de restaurantes y de la tienda de aquella esquina de la Puertalarená. Sabedores ahora unos sevillanos con paladar de la existencia del cuerpo incorrupto del Bacalao famoso de la Cuesta a la que dio nombre, han decidido reponerlo en su lugar, como quien le devuelve su reino a un monarca destronado. La Cuesta del Bacalao, con el bacalao entronizado solemnemente en su esquina de toda la vida, volverá a ser la Cuesta del Bacalao propiamente dicho. El enorme y artístico bacalao sacado de escala, que es como la famosa lata de sopa Campbell de Andy Warhol, pero a la sevillana.

Todo va a ser posible porque el Bacalao de la Cuesta tiene capillitas, unos sevillanos preocupados por estas pequeñas grandes cosas de la ciudad, cuyo elogio hago aquí en tiempo y forma. La Cofradía del Bacalati tiene su hermano mayor, el señor Baco, su mayordomo, don Luis Miguel Martín Rubio (pronúnciese Luismi) y creo que hermano mayor honorario es Manolo Barea. Ellos se han encargado de pintar y restaurar el bacalao, que estaba almacenado en el restaurante Baco de la calle Cuna. Lo han puesto de dulce, en su primitiva color, hasta con la imitación de sus granos de sal. Tentados estaban los capillitas teleósteos de la Cofradía del Bacalati de hacer públicamente su mudá, desde la calle Cuna a su esquina. Se han conformado con la armá y el retranqueo en la intimidad de la priostía, preparándolo todo, y el miércoles 20, a las 20,30, el Bacalao será solemnemente vuelto a entronizar en la esquina final de la Cuesta de su nombre. Ya colgado, estará cubierto por un paño rojo de damasco. Habrá discursos y tocará la Agrupación Virgen de los Reyes. Supongo que le tocará la Marcha Real al Bacalao de la Cuesta cuando el alcalde tire del cordón de la cortina veladora y lo descubra como estandarte inmarcesible de sevillanía. Todo honor y toda gloria en loor del bacalao. Porque, señores, en Sevilla por estas fechas el bacalao, ora con tomate, ora en tortillitas, ora en pavías, ora de terciopelo con el escudo de la hermandad y asta de plata, ora de madera, pero monumental y artístico en su cofradiera esquina, está para tocarle la Marcha Real.

 

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