Como la moda es toquetear el nombre de las calles, en el Polígono han llegado a más. Los vecinos del Polígono quieren quitarle el nombre al Polígono. ¿De dónde entonces va a ser Ciclón el genial Rafa Gordfillo? El Ciclón del Polígono no es ahora Gordillo, sino el ansia de unos vecinos que quieren coger la goma de borrar nombres de calles y aplicarla ahora a un barrio entero, que se escribe Polígono, pero se pronuncia Políngano.

Orgullosos se deben sentir los vecinos del Polígono con que ni siquiera tengamos que ponerle apellido para saber que nos estamos refiriendo a su barrio. Al Polígono le pasa como a Curro, que no hay que decir Romero. Al Polígono le pasa como a Juan, que no hay que decir Belmonte. Al Polígono le pasa como a Antonio el bailarín, que no hay que decir Ruiz Soler. Al Polígono le pasa como a Cayetana, que no hay que decir su apellido extranjero con faltas de ortografía ya incluidas, que las trae de fábrica. El Polígono por antonomasia es el de San Pablo. Esa es una verdad poligonal. Los otros sí que necesitan apellidos: el Polígono Norte, el Polígono Sur, el Polígono Calonge...

Aducen los vecinos que Polígono se corresponde más con un entorno industrial "pero no es el adecuado --añaden-- para una barriada compuesta por 8.826 viviendas y una población en torno a las 22.000 personas". Como se dice en perfecto tertulianas, "niego la mayor". Industriales son los polígonos que necesitan apellido. El de San Pablo, el Polígono a secas, no es industrial en absoluto. Es de un gran interés histórico, como el gran proyecto con que la dictadura, con Utrera Molina y Gregorio Cabeza a la ídem, solucionó el gravísimo problema de vivienda creado en Sevilla por la ruina masiva que la riada del Tamarguillo de 1961 produjo en el caserío de intramuros. La gente ya no recuerda las Casitas Bajas del Polígono, en aquella Sevilla donde los desahucios no eran esto de ahora de la demagogia, sino el camino cierto para que la Obra Sindical del Hogar diera un piso en el Polígono a los que hasta entonces malvivían en un corral de vecinos. Esto es así, y no reconocer lo que Utrera Molina y la dictadura hicieron en Sevilla en materia de vivienda es faltar al rigor de la verdad de la Historia.