Diario El Mundo

Memoria de Andalucía

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,   sábado 20 de junio de 1998


Los chicos de Preu

Obispos en el Concilio Vaticano II

Los chicos de Preu se llevaron un curso entero estudiando los Concilios, en vísperas del Vaticano II (en la imagen)

Los hermanos mayores de los compañeros del curso decían que lo nuestro del Preu, del Curso Preuniversitario, estaba tirado, que lo aprobaba cualquiera. Que lo suyo sí que era difícil, el Examen de Estado, el terrible Examen de Estado. Con el pavor con efectos retroactivos que hablaban de aquel examen, parecía que era, en efecto, cuestión de Estado. Ellos habían hecho un Bachillerato de siete cursos, y luego, como si no lo hubieran hecho: tenían que ir al Instituto a hacer el Examen de Estado. Los cursos los aprobaban en el colegio, ya se sabe, las recomendaciones, la manga de los curas, que si en la moral y en las costumbres era tan estrecha, bien ancha y laxa que era a la hora de pasar el curso. O de darlo por aprobado a los malos estudiantes, con aquello sibilino de los curas, cuando llamaban a los padres a la altura de mayo y les decían:

-- Su hijo va muy mal y no tiene nivel para aprobar el curso. Pero si usted le busca otro colegio para el año que viene, nosotros le damos por aprobado el curso y así no tiene que repetir ni pierde un año...

Así se quitaban los curas de encima a medio catálogo de aquellos alumnos torpones y del montón, ya se sabe, sólo querían a los mejores, a los que un día habían de ser dirigentes de la sociedad. Pero mientras lo eran o no lo eran, les breaban fuera del colegio unos exámenes horrorosos. El Ministerio de Educación Nacional parecía que se olía la tostada del paso de mano de los exámenes del colegio, y por eso en cada plan de estudios ponía unos controles oficiales. En el plan antiguo del Bachillerato, el Examen de Estado, del que presumían tanto los hermanos mayores de nuestros compañeros, los que ya estaban en la Universidad y contaban el examen de estado como los padres contaban la batalla del Ebro o la toma de Málaga:

-- Y estaba don Angel Bozal, que era terrible en Geografía, y don Francisco Alvarez Seisdedos, que examinaba de Religión, y al que no se lo sabía, lo echaba del tribunal, diciéndole: "Váyase, réprobo, que lo que está usted diciendo es una herejía".

Nosotros no presumíamos tanto, pero teníamos de momento tres controles, tres, de nuestro bachillerato fuera del colegio. Aunque el colegio fuera reconocido oficialmente, estos exámenes había que hacerlos en el Instituto del madrugón y los nervios, el desayuno maternal con taza de tila y copita de agua de azahar, aun tengo el recuerdo del olor de aquella larga botella azul de la mágica medicina que hacían con las flores de los naranjos de Sevilla para las mañanas de exámenes. Teníamos que examinarnos primero de Reválida de Cuarto, luego de Reválida de Sexto y luego, en la Universidad, de Preu. Los que tanto presumían de Examen de Estado no habían tenido que ir a examinarse a la Universidad, con catedráticos de Universidad, con Mata Carriazo, que era como se pronunciaba el difícil nombre de don Juan de Mata Carriazo y Arroquia, o con Permáquez, que era como se pronunciaba el difícil nombre de don Francisco de Pelsmaeker. En el examen de Preu eran difíciles hasta los nombres de los catedráticos del tribunal de la Universidad, así que no sé de qué presumían tanto los mayores con su Examen de Estado del Bachillerato de siete años, pero sin dos reválidas.

Nada más empezaba Preu, se notaba que aquello ya era otra cosa. En aquel mes de octubre casi comenzábamos a cantar el Himno del Colegio, como despedida a la Virgen:

Bajo tu manto sagrado
mi madre aquí me dejó...

Esa sensación del paso del tiempo que luego habríamos de ir teniendo, cuando se van muriendo los abuelos, los padres, y tú quedas en la vanguardia de la vida de tu familia era la que tuvimos entonces, cuando aquel día de octubre llegamos a la clase de Preu y ya éramos los mayores, como en el himno del colegio:

Se pasó como un sueño mi niñez...

Ya no teníamos que ponernos el babi azul de colegiales, como éramos los chicos de Preu... Ya los curas nos dejaban fumar, y no había que encender el chester a escondidas en los lugares, que era como se llamaba a los baños. Ya no nos obligaban a ir en filas por los corredores del colegio. Éramos como soldados licenciados dentro del cuartel, atenuada la terrible disciplina jesuítica. Fue el curso más hermoso del colegio. En Preu no había asignaturas, sino temas mnonográficos. Una forma preciosa de perder todo un año. Cada año los temas cambiaban. Yo me pasé un año estudiando Cervantes y El Quijote, lo que fue un largo ejercicio de estilo, pero hubo futuro médico que se pasó un año con Góngora y el Polifemo, teniendo que aprender a comentar lo de: "Era del año la estación florida/ en que el fingido robador de Europa..." O lo de: "Que ya los muros no te ven de Huelva..." ¿Para qué servía a un futuro médico hacerse un émulo gongorista de Dámaso Alonso? Nunca lo supe. Como nunca supe para qué me servía a mí, que iba a estudiar Filosofía y Letras, tirarme todo Preu con la Geografía Agrícola de España y Los Concilios, pregúntenme, pregúntenme lo que quieran de Nicea, así llevaba yo Nicea al examen, así, aquella mañana de la tila y el imborrable olor del agua de azahar, cuando mi madre estaba muy contenta porque alguien de la familia iba a ir a la Fábrica de Tabacos a examinarse y no a llevar una caja de zapatos al ingeniero Ruiz Tagle, que aún vivía en lo que luego habría de ser el patio de pilistras de mi Facultad de Letras.

 


El Mundo, edición íntegra en Internet

   


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