|
Los
Médicos sin Frontera la han encontrado. No lejos de Vejer de la
Frontera o de Castellar de la Frontera. Por los caminos, trochas
y veredas de esos pueblos blancos que trepan en las lomas que
ascienden desde las playas quieren huir hacia el paraíso los
desnudos hijos de la mar africana que llegan a Tarifa. Machado
dedicó un poema a lo bien que sacaba de pila los topónimos el
que le puso el nombre a Sierra Morena. Tarifa tampoco está mal.
Estamos viendo cuál es la Tarifa que hay que abonar para pasar
del Tercer Mundo africano al Tercer Mundo andaluz: la muerte, la
extenuación, la hipotermia. Y el calabocito claro de la piscina
municipal tarifeña de la playa de Los Lances, junto al prodigio
de artesanía de la fábrica de conservas de melva canutera y de
caballa de La Tarifeña.
Triste cante de ida y vuelta el de los
africanos de las
pateras. Lo peor no es cómo llegan, los que mueren en los
caminos de esa mar estigia de la patera de Caronte. Lo peor es
que tienen que volver. Muchos periodistas se han metido ya en
las pateras, Homeros que han narrado en primera persona la
odisea, Dantes que han leído en Tánger el "perded toda
esperanza" que las barquillas llevan escrito en la quilla,
como un nombre caletero de mujer. Nadie ha hecho el camino de
vuelta. Si el camino de llegada era terrible, pero lleno de
esperanza, de poder tocar con los dedos el paraíso, ¿cómo
será la vuelta? ¿Cómo los devuelven? ¿En qué calabocito
oscuro de la sentina de un transbordador los llevan? ¿Dónde
los meten cuando los desembarcan en la morería? ¿Qué les
hacen en sus países, cuando se enteran de que se han querido
escapar, qué digo yo, de la generosa y coronada dictadura
alauita del primo de nuestro Rey? Esto sí que es un triste
camino de vuelta, y no el que cantan los coros rocieros.
Ahora, la avalancha. La playa de los Lances,
entre viejas vaquerías y abandonados búnqueres de la II Guerra
Mundial, es pizarra del Guinness donde se apunta cada día el
récord con el pizarrín del dolor, como si fueran los días que
faltan para el Domingo de Ramos. Ayer llegaron 445. Como el que
oye llover en Grazalema. Como si fueran 544. Nos da igual. Pasan
a la oscura, insensible estadística de los muertos en carretera
el fin de semana, del balance de asesinados por la ETA, del
número de mujeres acuchilladas por sus maridos. España limita
al Norte con la sangre y al Sur con la indiferencia. Tienen que
ser los Médicos sin Fronteras los que suplan el desinterés de
toda la sociedad. Y del Estado, ojo. Lo de Tarifa no es un
problema de caridad que deban remediarlo unas damas benéficas y
el rastrillo de unas batas blancas. Para asistir a ese éxodo
tenía que estar allí a pie de playa el propio Estado, y no
para esposarlos y detenerlos. Más Cruz Roja y menos Guardia
Civil. Por menos mandamos tropas a Bosnia. ¿Qué hace la
Sanidad militar en los cuarteles y no asistiendo a estos
desheredados a pie de agotamiento, a pie de muerte en la arena
finísima de las orillas del río Jara? Ah, viste tanto despedir
a las tropas cuando van a Bosnia... Pero aquí abajo tenemos una
Bosnia de la que no nos queremos enterar. Son un número. Unos
días vienen 57, otros 14. Ahora, la avalancha, los 445. Da lo
mismo.
Los Médicos sin Frontera la han encontrado en
Tarifa. Nosotros tenemos el corazón de los valores éticos
perdido colectivamente hace mucho tiempo. Y eso es más difícil
encontrarlo.
Sobre el drama de las
pateras, en El RedCuadro:
Las
pateras
La fiesta de moros y cristianos de las pateras
SI TARDA EN
BAJAR, PRUEBE LA PRÓXIMA VEZ EN OTRA VERSIÓN, PINCHANDO
AQUI, AQUI , AQUI O AQUÍ
ARTÍCULOS DE HUMOR
Biografía de Antonio Burgos
Firmas en El
Mundo
|