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La
capital del Aljarafe no es Sevilla: es Triana.
Por si quedara duda, la medalla de oro de la Villa de Castilleja
de la Cuesta en el Simpecado del Rocío de Triana. No "la
hermandad del Rocío de Triana", sino "El Rocío de Triana",
que es un estilo, una concepción del mundo. En la banda
sevillana del río hay hermandades del Rocío. En la banda del
arrabal, que es la banda aljarafeña, está El Rocío de Triana,
casi como una segunda hermandad filial, Almonte de alfares y
cantes del Zurraque que, yayayay, ya no dice Naranjito.
Suben las carretas de Triana la Cuesta del Caracol y no sé
si llegan a Castilleja o a un cante de los Hermanos
Reyes, o a
un natural de Diego de los Reyes, o a una verónica de Ruperto
de los Reyes, ¿será por Reyes en la azul Calle Real? Cuando la
carreta del Simpecado de Triana llega a Castilleja es como si el
galeón del virrey atracara en las colonias. Hemos escrito el
nombre de los Hermanos Reyes. Crearon la banda sonora del Rocío
de Triana. Si El Pali
fue el trovador de Sevilla, estos Reyes de
la Calle Real fueron los trovadores de Triana, notarios mayores
de su grandeza, cuando El Pollo de Cartaya viene tocando y vaya
un pío, pío que va formando Carmelo, dale al tambor, que vamos
a rifar la jaquita del Rocío por la calle Castilla de los
Herrera y de Juan Belmonte, que Vicente Flores va a dibujarla
para la revista de la Velá que hace Gandía el tipógrafo en la
calle Betis.
Castilleja es como un muchacho de Triana que hubiera
marineado por la cucaña de la Vega para ganar la bandera en
forma de Simpecado. Por eso Castilleja quizá sea el único
lugar del Aljarafe sin hermandad del Rocío. No le hace falta.
Tiene a Triana. Es Triana. Castilleja, ciudad de casas
blasonadas, tumba del caballo de Hernán Cortés, colegio de las
Irlandesas donde llega desde Estoril la Reina Doña María para
saludar a sus maestras, le presta a Triana ese sustrato
histórico sevillano de la influencia de los nobles que el
Arrabal y Guarda no tuvo, ni falta que le hizo para que su
burguesía republicana y cantonal emprendiera la revolución
industrial por su cuenta. La casa blasonada que falta en
Triana está en Castilleja: es la del Duque de Béjar, a quien
Cervantes dedicó El Quijote. Esa casa blasonada está en la
plaza roja. Castilleja es como Moscú: tiene hasta su plaza
roja. Pero en Moscú no tienen, al otro lado del arco, dual, su
calle azul. No saben los rusos lo que se pierden. La plaza,
roja; la calle, azul. Plaza roja de Cruz de Santiago. Calle
azul, real de Purísima.
Si pasáis por las calles de Castilleja, observaréis que hay
menos comercios que en otros pueblos del Aljarafe. Los mínimos
y dulces comercios de ropa, de cacharros para la cocina. No los
busquéis. Esas tiendecitas están en Triana. Concretamente, por
donde la calle San Jorge sigue dando la vuelta del tranvía
hacia Castilla. Ancha es Castilla, no: larga es Castilla; llega
hasta Castilleja, como su mismo nombre indica. Castilleja es
como una calle Castilla que hubiera llegado a La Pañoleta y
después de tomarse un vasito de vino de pasas hubiera cogido
por La Trocha para subir a la azul calle Real, a la roja, ducal
plaza de campanilleros. Así se explica lo de Gilda, una Carmen
trianera con navaja de raso. Rita Hayworth era de Castilleja.
Era Rita Cansino. Cansino, como las tortas. La torta de Gilda es
una torta de Castilleja inmortalizada por el cine. Queda,
empero, la duda de si la torta de la Cansino no era quizás de
Inés Rosales.
Castilleja entrega la medalla de oro de la Villa al Rocío de
Triana. Proclama en oro su vasallaje trianero. Desde Castilleja,
la imperial Trajana se va al Rocío en el conquistador caballo
de Hernán Cortés.
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