|
No
hay nada más voluble, inmaterial e intangible que el clamor,
cuando se aplica a la opinión pública. Cada cual suele oír
los clamores según le conviene. Muchas veces el pretendido
clamor no es más que la línea editorial de un periódico o el
capricho de su director. Si se quiere que le den un premio a una
artista recomendada, se dice que es un clamor el reconocimiento
de su valía, lo cual queda mucho más elegante que afirmar que
el director está enchochadito con ella. Y si se añade que se
bloqueó la centralita con el clamor de las llamadas de los
lectores, queda de cine.
A la vista del peligroso clamor
multiusos que resuena por los periódicos, más de una vez he
resaltado la necesidad urgente de que en algún laboratorio de
nuevas tecnologías inventen
el clamorómetro, el aparato para medir clamores, para que
dejen de manipularnos con la centralita bloqueada. Creo que ya
no tengo que pedirlo más. Los manifestantes españoles contra
la guerra han inventado el clamorómetro. Consiste en medir
millones de asistentes a eso tan americano como son las marchas
contra las guerras de los americanos. En cierto modo, todos
somos excombatientes del Vietnam de los daños colaterales de la
Guerra del Golfo, que cada cual sufrió en la resultante crisis
económica.
Hasta la TV pública, así, no
tiene más remedio que eludir el control gubernamental y dar las
cifras del clamorómetro, que señala que España está contra
la guerra en el grado 4 millones de la escala Richter de
manifestantes. Clamorómetro que no le funciona a Aznar, que de
tanto hablar con Bush tiene una sordera pasajera que le impide
oír el grito vehemente de la multitud. O será que Federico
Trillo, en su ardor guerrero de levante, le ha dicho como la
madre de la jura de bandera: "Presidente, fíjate, cuatro
millones de manifestantes y todos con el paso cambiado. El
único que marca bien el paso según el un, dos, papa y arroz (o
sangre y petróleo) de Washington eres tú."
El clamorómetro ha permitido,
además, la reconciliación de parte de la opinión con los
artistas, a través de Pedro Almodóvar. El director manchego ha
demostrado que, en cuestión de manchas, la de la mora con otra
verde se quita. Almodóvar, sobre el tablado contra la nueva
farsa belicista, alzó su voz contra los americanos. En su
cartilla civil anoto urgentemente que el valor no se le supone,
sino que lo tiene más que reconocido. Pónganse en su pellejo:
si usted está nombrado para que los americanos le den dos
Oscar, prontito va a dar usted el careto largando fiesta contra
el Imperio, para que tomen represalias y no le den, no digo ya
el Oscar, sino ni una estatuita de San Pancracio. A Almodóvar
le ha importado un pimiento que la Academia de los Oscar sea la
de Estados Unidos. Se está jugando el Oscar, lo que le honra, y
eso que con las cosas de comer no se juega. Y a propósito de
"Hable con ella": el que tiene que hablar con ella,
con la opinión pública española, es Aznar. Pero como las
balas...
Sobre
la guerra, en El Recuadro:
"Guerra
no, gracias"
"Memoria
de la fragata Santa María"
"Pancarta
contra la guerra"
"Sueño
goyesco"
"Pegatinas
a la andaluza"
Letras
carnavalescas de Antonio Burgos para el coro de La Viña
Hemeroteca de
artículos en la web de El Mundo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
Libros
de Antonio Burgos publicados por Editorial Planeta -
Correo
|