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 Antonio Burgos
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El Mundo,  miércoles 20 de agosto del 2003

  ¿QUIÉN HACE ESTO?    Abel Infanzón de hoynewchico.gif (899 bytes)          


ANTONIO BURGOS 


Chano Lobato, filosofía y letras de Cai 

 
Querido Chano Lobato:

Este invierno te dediqué un artículo por lo de Hamlet. Que viendo que hay quien mete por soleá el Polifemo de Góngora o quien graba un disco con El tren expreso de Campoamor a compás de bulerías de Jerez, acompañado por una orquesta moruna de Larache y por un cubano que hace el chucuchú del tren con las maracas, desde la suprema sabiduría fenicia y romana de nuestro Cádiz sentenciaste:

-No, si aquí voy a terminar saliendo a cantar por seguiriyas vestido de Hamlet ...

No hace falta que salgas de Hamlet a cantar seguiriyas, porque eres ya, desde hace 3.000 años, un Hamlet gaditano: ser genial o no ser genial, ésa es la cuestión que vienes considerando sobre la calavera de un fenicio que encontraron en un ataúd de piedra por Puertatierra. Y tú eres genial. Tan genial, que eres mi sueño de una noche de este verano. Nos pasamos la vida, Chano, recordando los embustes de Pericón, del Beni, del Cojo Peroche, y no nos damos cuenta de que tenemos el prodigio de la novela de tu memoria.La novela, ¿qué es al fin y al cabo más que un largo embuste? Tus historias, Chano, las mete cualquiera en 300 folios y le sale un premio Nadal. O un tratado de filosofía.

Yo quisiera ahora, Chano, que nos fuéramos dando una vueltecita por la muralla real, en la nochecita gaditana. Que me contaras toda tu filosofía y tus letras. Donde el General Varela se paseaba a caballo mientras sus moros mataban a tiros las gallinas de Constantino, cuando lo del 36, hay un letrero que dice: Filosofía y Letras. Eso debe de ser por ti, Chano. Por tu filosofía y las letras de tus cantes. A Pericón muerto, Chano puesto. Eres el actual sumo pontífice de la narrativa popular gaditana, del arte literario del embuste, y yo quisiera escuchar tus historias hasta que llegara la dudosa luz del día.

La de la flema británica. Le preguntaste a Niño Ricardo en Londres que qué era la flema británica. Y Ricardo te dijo que la flema era aquel parque, con 700.000 niños jugando y 700.000 madres de los puñeteros niños, sin que se oyera una mosca, hasta que llega un tío, pega un chillido y a tomar por saco la flema británica.Esa es la verdadera flema británica: el silencio.

En ese silencio, Chano, me contarías la reunión clandestina de todas las tardes en la azotea de tu casa de niño pobre del barrio de Santa María, cuando ibas a comprarle a tu padre anarquistón el España de Tánger y a que te fiaran media limeta de valdepeñas.Y se ponían allí en la azotea los amigotes, y uno que sabía leer les decía lo que ponía el España. El único diario que entonces decía que Hitler era un hijo de la gran puta. Libertad de expresión que celebraban bebiéndose la media limeta fiada. Hasta que aquella puretona del primero que tenía al novio falangista en la División Azul los denunció por clandestinos, y se acabó la libertad de expresión, el España de Tánger y la media limeta. Sobre todo, la media limeta.

Y en esa larga noche de nuestro Cádiz, Chano, me contarás lo de Ignacio Espeleta. El que cuando le preguntó García Lorca en qué trabajaba respondió con toda dignidad: «Yo soy de Cádiz».Ole. Ignacio era de Cádiz y no le consideraba ningún mérito a la hazaña de Ramón Franco, que cruzó el Atlántico en un avión sin gasolina. Le dieron un homenaje a Ramón Franco en Cádiz, y en los discursos hicieron que Ignacio Espeleta se levantara a hablar. Y dijo, Chano, lo mismo que habrías dicho tú: «Ramón Franco no tiene ningún mérito con lo del aeroplano sin gasolina.Mérito el de mi compadre Agustín el Melu, que llevó el otro día 617 gallinas desde Cádiz hasta La Isla y no se le perdió ni una por el camino». ¿Eran 617 gallinas o eran 512? Tenemos que debatir profundamente, Chano, cuántas gallinas llevó exactamente El Melu de Cádiz a La Isla sin perder ni una.

Tienes que hablarme de Agustín y de su hermano Perico el Melu, carnicero de la Plaza de la Libertad, el que se valía de su oficio con los loqueros de Capuchinos para que dejaran salir a Macandé a cantarle una saeta al Nazareno, cuando llegaba Manolo Caracol con Lola Flores de turné al Teatro Falla, y se ponía a cantar Macandé su saeta de caramelo y se paraba la procesión lo menos media hora, todos llorando, oyendo a Macandé, y Caracol rompiéndose la camisa. Y lo del padre del Caracol, el que fue mozo de estoques de su primo Joselito el Gallo, también me lo tienes que contar, la saga de los Ortega. Lo de cuando se liberó Madrid y Caracol el del Bulto estaba boquerón. Y como vio que para mangar en Auxilio Social había que responder a los gritos de «España, Una; España, Grande; España, Libre» y no se lo sabía, resolvió la papeleta con la más patriótica lección de aritmética alimentaria. Pues a los gritos, Caracol respondía: «España, ¡Una! España, ¡Dos!, España, ¡Tres!».

Y todo esto me lo vas a contar, Chano, con la ternura infinita de tus diminutivos. Me vas a contar tus mil y una historias tranquilito, en la nochecita, teniendo por delante nuestra caballita asadita, con su piriñaquita, y ese chiclanita. Me vas a contar historias de flamenquitos, que iban en los cochecitos de caballos a mangar sus duritos de plata en las fiestecitas. Quiero oír tus diminutivos entrañables, Chano, en un universo imposible, de la Venta del Matadero a La Privadilla, para recalar finamente en ese local cuyo solo nombre es una novela, tu novela de Cádiz: La Bella Sirena. Nuestro Cádiz, Chano, es una bella sirena que sólo le canta su canción a quien con ella se embarca en un vapor de plata y de sueños. El faro de San Sebastián nos está haciendo ya guiños, para decirnos que va a empezar esta noche fantástica de embustes, donde hasta la noche es de mentira.

Y todo esto, Chano, sin que te arranques aún a cantar, que eso lo vamos a dejar para las claras del día de mañana. Cuando nos hayamos bebido todas las medias limetas y me hayas leído todo lo que no dice el España de Tánger, ni falta que hace, pero que es la suprema expresión de tu palabra en libertad. Entonces estaremos quizá como Paco Toronjo, que como le daba miedo el avión, para montarse por primera vez se puso ciego de coñac y la borrachera le duró 30 años. Pero, al contrario de Ignacio Espeleta, no inventó el tirititrán de las alegrías. Que fue que Ignacio estaba ciego cuando tenía que salir a cantarlas en el espectáculo de Las Calles de Cádiz que le mangaron a Ignacio Sánchez Mejías. Y como no se acordaba de la letra, improvisó lo del tirititrán, tran, tran.¿Qué significa tirititrán? Al final de esta noche lo sabremos.Pues lo que su mismo nombre indica, joé: «tirititrán, trán, trero, tirititrán, trán, trán».

ANTONIO BURGOS, escritor e hijo adoptivo de Cádiz, es autor de la letra de las 'Habaneras de Cádiz' y, entre muchos otros, del libro 'Juanito Valderrama: Mi España querida', editado por La Esfera de los Libros.

Chano Lobato, de Hamlet  

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