Leo
el comunicado del Círculo de Empresarios vascos, oigo a Rajoy y
a Rodríguez Zapatero y concluyo que la única libertad que
existe en las Vascongadas es el miedo. El miedo sí que es
libre. Llega hasta a los consagrados actores de Hollywood
invitados al Festival de San Sebastián. Me parece que fue a
Kevin Kostner a quien a la puerta del verdadero Hotel Glamour
preguntaron:
-- ¿Le gusta estar en España?
Y respondió, muy cauto:
-- Me gusta estar en San
Sebastián.
El actor pudo seguir de chatos
sin escolta, a diferencia de los diputados y concejales que
defienden la Constitución y se atreven a decir que les gusta
estar en España precisamente porque están en San Sebastián.
El miedo empieza por las palabras. Lo peor del miedo es no poder
llamar a las cosas por su nombre. Que el lenguaje de los
verdugos haya sido adoptado por las víctimas. Cada vez que en
TVE oigo hablar de "la violencia" y "los
violentos" me parece que estoy viendo el difunto
"Estudio estadio" de los domingos, porque es como si
dijeran: "¡Gol, gol de la ETA al lenguaje de los que
defendemos la Constitución!" Y nada digo cuando entregan
la cuchara y llaman "talde" a las cuadrillas de
asesinos, "liberados" a los fichados por la Policía y
"legales" a los que están blancos de antecedentes
criminales.
Ibarreche ha presentado su plan
y por el miedo ambiente le hemos concedido el honor de darle su
nombre. Ya saben, la Historia Contemporánea de Europa va del
Plan Marshall al Plan Ibarreche, y todo en este plan. Cuando a
este plan hay que llamarle lo que es: la amenaza de medio País
Vasco contra el otro medio. Que allí arriba lo llamen así es
comprensible, por la libertad de miedo. No me explico que lo
llamemos así en el resto de España. Como corderitos, en el
silencio de las palabras, todos hemos roto a hablar en la
jerigonza del soberanismo y la libre asociación. Amable, eso
sí. Hijos míos, pues si siendo amable nos ha costado 900
muertos, no sé qué hubiera sido en plan desagradable...
Nadie se atreve a ponerle el
cascabel al gato soberanista vasco y pronunciar, como en el
bolero, solamente dos palabras. Son dos palabras solamente las
que callamos por la angustia del miedo. Y esas palabras son
"independencia" y "separatismo". ¿Quién ha
prohibido que en el resto de España podamos decir en libertad
que la mitad de los vascos quieren la independencia? ¿Qué ley
de España prohibe que llamemos separatistas a quienes lo son?
Muy pocos se atreven a dar el cante de las dos palabras del
bolero. De este lado, sólo se lo he oído a Javier Arenas, con
dos... constituciones: "Esto es un paso más en su pruyecto
de ruptura e independencia para el País Vasco". Y del lado
separatista, a Arzalluz, que se le calentó la boca abroncando a
sus descarriados empresarios del clientelismo del PNV: "Si
pudiéramos conseguir la independencia estaríamos mucho mejor
de lo que estamos". Dejar que de independencia sólo pueda
hablar Arzalluz es una forma de ponerle el paritorio para su
ruptura de aguas.
Hemeroteca de
artículos en la web de El Mundo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
Libros
de Antonio Burgos publicados por Editorial Planeta -
Correo
|