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Como
en las Torres Gemelas murieron miles de criaturas, un director
de cine americano ha hecho una película documental que se titula
"La bola islámica: la tez contra la arena", donde. en la
equidistancia políticamente correctísima al uso, saca tanto a
los que lloran a los norteamericanos e hispanos desaparecidos en
el hundimiento del World Trade Center como a los padres de los
secuestradores de los aviones, que también la palmaron el 11 de
septiembre y nadie se acuerda de ellos, los pobrecitos, y nadie
reconoce que su pueblo sufre la opresión imperialista americana.
En la película se exponen muy objetivamente las tesis de Al
Qaeda, no defendiéndolas, libre de ello el cielo a July Nemen,
su director, sino simplemente explicándolas al personal, a
través de la voz y la imagen de varios fundamentalistas
islámicos que el que menos se ha cargado a diez americanos.
Pero, eso sí, con otras secuencias a continuación en las que
unos norteamericanos que no se olvidan del 11 de septiembre
dicen que Ben Laden es un asesino. Lo dicen una sola vez, pero
lo dicen, por aquello de que hablando se entiende la gente,
usted sabe. Y como la película no es una
defensa de los asesinatos del 11 de septiembre, sino un debate
sobre la existencia de un problema político, pues ha sido
presentada a los Oscar. Faltaría más. Aspiraba a la estatuilla
en el apartado de películas documentales. Cuatro locos, en el
fondo probablemente unos fascistas encubiertos, que han
constituido la Asociación de Víctimas del 11 de septiembre, han
puesto el grito en el cielo y han dicho que dar alas a esa
película es una indignidad nacional. Menos mal que la presidenta
de la Academia de Hollywood ha puesto las cosas en su punto, y
ha dicho que una cosa es el 11 de septiembre y otra la libertad
de expresión.
Y así se ha llegado a la gala de los Oscar.
Una gala donde, como la etiqueta exigía esmoquin, todo el mundo
iba perfectamente vestido, ni un solo trapillo, ni una sola
camisa negra. A la puerta estaban los de las Víctimas del 11 de
septiembre, con su tabarra de pancartas y una vela encendida por
cada muerto, dando a la gente unas pegatinas que ponía "Ben
Laden no". Naturalmente, nadie tomó ninguna de esas pegatinas.
Todo lo más, se pusieron otra, que decía: "Ben Laden, no, pero
censura, tampoco". Fueron luego anunciados los premios, a
películas que naturalmente se hicieron todas con subvenciones
del Gobierno Federal. Ninguno de los que acudió a recoger la
estatuilla del Oscar llevaba obviamente la pegatina del no a Ben
Laden. Bueno, sí, uno sí la llevaba: un provocador. Uno de Nuevo
México, que ha hecho un corto de no sé qué, sí que subió a
recoger el premio con la pegatina y con dos cojones, pero eso no
tiene la menor importancia.
¿Que si le dieron premio a "La bola islámica"?
No. Una auténtica pena, con lo buena, lo equidistante y lo
objetiva que es la película, y con la luz que arroja sobre el
necesario debate sobre un problema político. Pero en la gala de
los Oscar ha triunfado la libertad de expresión. Estos
americanos saben lo que se hacen. Cuidado que querer convertir
la gala de los Oscar en un no a Ben Laden...
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