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qué cita más excelsa, como para pedir mármol y cincel y liarse a
grabarla, clin, clin, clin: "Saber hablar bien en público es muy
bonito; pero la mayoría de las veces es más bonito todavía saber
estarse calladito". Como una gran parte de las sentencias que
chorrean un bien tan escaso como el sentido común, la frase fue
pronunciada por torero, en esa tradición española de la
Tauromaquia como Facultad de Filosofía por libre. El torero es
Curro Romero, a quien ayer le entregaron en su ciudad natal de
Camas el título de hijo predilecto, junto a otro diestro de la
tierra tartésica, sabio de toda sabiduría, Paco Camino, quien es
como un tratado de filosofía vital para el presidente colombiano
Alvaro Uribe, que hubiera dado su sillón presidencial por ocupar
el lugar de Camino en la historia del toreo.
Esto de Camino como paradigma de conocimiento
para los presidentes hispanoamericanos y la redonda frase de
Romero sobre la oratoria del silencio como paradigma de
perfección no lo dijo en el acto de Camas un aficionado a los
toros, ni un poeta de la fiesta, ni el concejal de Cultura, sino
el vicepresidente del Gobierno, Javier Arenas. Y fue una
verdadera lástima. El sitio, no la cita. Por el sitio donde fue
traída a colación la cita de la pública elocuencia, como aquello
iba de toros y no de filosofía política, me imagino que no será
citada más que en este artículo. Cuando esa frase debería ser
conocida en España entera, y deberían entrar a formar parte del
cuerpo de recomendaciones obligatorias de todos los manuales de
campaña de todos los partidos. No hay mejor recomendación para
un candidato que la frase del Faraón de Camas: a veces el mejor
discurso es estarse calladito. Entronca directamente con la
filosofía que hemos entrevisto en Rajoy, aquello que dice que
gobernar es hacer las menos tonterías posibles y es también el
arte de decir que no. Entre las tonteras posibles pero no
deseables están los excesos por querer hablar bien en público,
despreciando la suprema perfección de la elocuencia del
silencio.
La frase faraónica la debería tener Federico
Trillo grabada con letras de oro en su cuarto de banderas. Saber
estarse calladito es la mejor conquista de Perejil. Es más
fácil, claro, tomar Perejil que tomar la heroica determinación
de callarse la boca y decir las tonterías imprescindibles. Me
gustaría escuchar un día que dijeran los comentaristas, al
término de una reunión cualquiera, en Santa Pola mismo:
-- Trillo estuvo ayer brillantísimo...
-- ¿Qué dijo?
-- No, nada, no abrió la boca...
Debería Trillo aprender, por ejemplo, de
Chaves, que sigue al pie de la letra el tratado de oratoria de
Romero. En la crisis de ese verdadero tripartito que forman
Maragall, Carod y la ETA, ha habido brillantes discursos, como
el de Bono o el de Rodríguez Ibarra. Ninguno, no obstante, tan
bonito como el de Chaves: no ha abierto la boca.