os
españoles quisiéramos de una vez vivir en una nación donde nunca
tuviéramos que ver a nuestros políticos con la corbata negra.
Los españoles quisiéramos de una vez vivir en una nación donde
la Reina no tuviera que darnos esa imagen humana y cercana de
sus lágrimas, abrazando a una viuda, besando a un huérfano. Los
españoles quisiéramos de una vez vivir en un país aburrido,
donde las campañas electorales pudiesen terminar como empezaron
sin que unos asesinos den de baja del censo a cerca de
doscientos votantes.
Y muchos españoles que queremos esto nos
sentimos cerquísima de los madrileños que dieron su vida, su
sangre, su llanto, su zozobra, su dolor, su pena por España.
Nunca Madrid estuvo más cerca de todas las esquinas del mapa de
España. Madrid está más que nunca en todo el centro de España.
La verdad de los sentimientos ha acortado la distancia de los
mapas. Dicen que pusieron las bombas en los trenes de cercanías
de Madrid. Toda España es en esta hora cercanía de Madrid,
certeza de Madrid, dolor de Madrid, verdad de Madrid, sangre de
Madrid, grito de Madrid. Todos hemos oído desde la ventana de
casa esos estallidos, ese dolor. Y todos nos hemos sentido al
lado de esos voluntarios que acudían a donar sangre a la Puerta
del Sol, o que llevaban en sus coches a los heridos. En un
momento, Madrid se ha librado de todas las culpas que echársele
suelen desde la periferia. Hemos sentido que también existe el
centralismo de la pena, el centralismo del dolor, que los
asesinos han conseguido que España entera se sienta al lado de
Madrid, rompeolas de todo el olor de la nación. kilómetro cero
de la muerte.
Con esa corbata negra que nunca más
quisiéramos ver en nuestros diligentes, Aznar puso fecha y
memoria: "El 11 de marzo de 2004 ocupa ya su lugar en la
historia de la infamia". El 11-M se escribe con M de Madrid.
Como el 2 de mayo de 1808, el 2-M, lo pintó Goya con M de
Madrid. Ayer volvimos a revivir un octubre de 1936 que ninguno
vimos, pero que todos vivimos: ese Madrid que tan bien sabe
resistir a los bombardeos de todos los fascismos, cumpliendo en
silencio de solidaridad el papel que le asigna cíclicamente la
historia de la infamia. Yo acabo de ver el Madrid de la carga de
los mamelucos, el Madrid de los fusilamientos de la Moncloa, el
Madrid de los niños muertos por los bombardeos de los aviones
alemanes, ay, puente de los Franceses, porque he contemplado
este Madrid que resistía hombro con hombro el zarpazo de la
infamia. Permítannos, amigos de Madrid, el honor de poder
sentirnos hoy también madrileños, todos unidos contra la
infamia.