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Han
dado a conocer los premios taurinos de la Feria de Sevilla. Al
pobre de El Pere le han dado el premio de la muerte. A Antonio
Pérez "El Pere", banderillero ecijano, hombre de plata, lo cogió
un toro al que la gente de la fiesta teme casi tanto como a los
cuatreños: el toro de la carretera. El día que salga la relación
de matadores, banderilleros, picadores y mozos de espadas
muertos en la carretera veremos que la nómina de esa muerte es
más numerosa que la de toreros muertos en la plaza. Con la
tristeza añadida de que son muertes sin romance, sin leyenda,
sin Linares y sin Pozoblanco, sin "Bailaor" y sin "Islero". Las
muertes de los personajes secundarios de las películas de los
grandes espectáculos. El Pere ha muerto como esos jugadores de
fútbol de equipos de tercera regional o de las ligas locales que
leemos en un suelto de periódico que han fallecido en el modesto
campo de tierra, sin graderíos, sin vestuarios de lujo, sin
fichajes y sin traspasos millonarios.
Podíamos haber visto al Pere este año en la Feria de Sevilla,
formando parte de la cuadrilla de Manuel Díaz "El Cordobés".
Quizá, como otros años, hubiera ganado el premio al quite
providencial o al mejor par de banderillas. Solamente ganó el
premio, ay, de una muerte absurda, sin romance, sin leyenda, en
el camino que va desde su Ecija hasta Madrid. Salió al alba, con
la intención de estar de vuelta en su casa a la hora de
almorzar. Muchas otras veces lo había hecho, que la carretera de
las largas noches de Nimes a Algeciras es la desconocida
compañera de los toreros, El Pere iba a su sastre taurino de
Madrid a comprarse unos capotes para echar la temporada. Nunca
volvió. Llegada la noche, la familia se movilizó buscándolo. No
lo hallaban. A la mañana siguiente, llamaron al sastre de
toreros de Madrid. No había llegado nunca a la sastrería. Algo
le había pasado a El Pere. Llamaban a un teléfono móvil y, como
los del 11-M, sonaba y sonaba y nadie contestaba. Algo raro. Tan
raro, que el insólito suceso vino en los periódicos al humo de
las velas. Lo supimos por "Clarín" de Radio Nacional de España,
donde noche a noche informaban de las pesquisas familiares.
Digo que al Pere lo ha matado el toro de la
carretera pero quizá haya sido el toro de la burocracia. Su
coche se salió de la carretera y cayó por un barranco. El Pere,
dentro del coche despeñado, estuvo tres días en coma. Sobrevivió
por esa madera especial de que están hechos los toreros. Cuando
lo encontraron, era ya tarde para que pudiese salir del coma en
el que había estado tres días, tragándose sus propios vómitos,
encharcándosele los pulmones. Un horror. Quizá evitable. En "Mundotoro"
he leído el desgarrador relato de la ya viuda del Pere, de doña
Consuelo de Soto. Viendo que el teléfono sonaba pero no
contestaba, pidió que buscaran dónde estaba ese teléfono, por el
sistema de triangulación con que capturan a los delincuentes. Lo
pidió al juez, pero inútilmente. Le respondieron que esa
búsqueda podía ser una violación de la intimidad del torero.
Vamos, como si El Pere se hubiera ido con una lagarta por ahí...
Es impresionante la angustia de la esposa que se adivina en ese
relato, sin nadie que quiera buscar al pobre Pere con las
tecnologías actuales.
En este mundo donde los satélites espías
encuentran agujas en los pajares de misiles, al pobre Pere lo
halló por casualidad al cabo de los tres días un inmigrante
rumano que iba por Despeñaperros buscando chatarra en su
bicicleta. Por desidia o por burocracia, nadie quiso buscar al
Pere. No lo encontró más que la muerte. Y ahora, el dolor de la
mujer de un torero en Ecija, que no sé lo que le entrará por el
cuerpo cada vez que vea un teléfono móvil...
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