as
bodas tiene modas. A los hechos me remito. En muchos palacios de
congresos y ferias de la Andalucía, verbigracia la Fibes de
Sevilla, se celebra anualmente el salón de la boda. El salón de
la boda no es ninguna de esas naves industriales de un polígono
donde sirven masivos convites de casamientos. Es una feria
monográfica en torno a la industria nupcial. Que es una
industria como otra cualquiera. Con sus capítulos
correspondientes de producción y servicios, esto es, su sector
primario y su sector terciario. Una boda produce viajes de luna
de miel, almuerzos o cenas, alquiler de chaqués, confección de
trajes de novia, de madrinas, de invitadas. Una boda mueve mucho
dinero, y que se lo pregunten, si no, a los padres y padrinos
que han de pagar los convites y los gastos del coche nupcial,
del vídeo, de las fotos, de las siete mil convenciones sociales.
Todo esto está sujeto a modas. Cambiantes como
todas las tendencias. Determinadas por las bodas de tronío. Por
las bodas mediáticas. Por las bodas del siglo, que como sabe
cada año estamos saliendo a una media de siete u ocho modas del
siglo. La boda de Carlos de Inglaterra y Lady Di impuso un
estilo, a pesar de celebrarse tan lejos, aunque Londres, a
efecto de las modas, está a la vuelta de la esquina. Como impuso
un estilo la sevillana boda de la Infanta Doña Elena con don
Jaime de Marichalar. A efectos de las modas de bodas, estamos en
la estela de Doña Elena. Como aquellos augustos novios fueron en
carretela, se pusieron de moda los coches de caballos para
trasladar a los novios hasta la iglesia. Cada sábado por la
tarde, Sevilla se llena de nupciales coches de caballo con los
cocheros a la inglesa o a la calesera. Es la persistencia de la
moda Doña Elena. Como puso Doña Elena de moda la Salve Rociera,
cuando se le cayeron sus lagrimitas oyéndola en El Salvador. En
Madrid y en Valencia, en Valladolid y en Badajoz, no hay boda de
tronío que no termine con la Salve que interpreta un coro
rociero cogido a lazo. La salve con música de Pareja Obregón y
letra que casi nadie sabe que escribió Rafael de León es ya de
rúbrica.
Ahora se habrán de imponer nuevas modas
nupciales. Prepárense, que nos espera el modelo Príncipes de
Asturias, el modelo Almudena. De momento, verá usted cómo los
niños de la familia que acompañen como pajes de la novia dejarán
de portar arras y anillos para pasarse a la maroma en forma de
guirnalda. Venderán las floristerías ya prefabricadas las
guirnaldas modelo Froilán para niños obviamente vestidos a la
goyesca, como la corrida de Ronda. Niños que, además, en la
iglesia deberán darse patadas entre sí, rodar por los suelos,
para arrobo de sus madres, que dirán:
-- Vanessa, mira el Iván: lo mismito lo
mismito que Froilán, qué ricura de niño...
Ni que decir tiene que las bodas se nos
llenarán de chaqués de color gris, ora en el tono de Carlos de
Inglaterra, ora en la gama de Miguel Bosé. Y los coches de
caballos pasarán de moda. Ahora se llevará el Rolls. En cuanto a
la Salve Rociera, también quedará obsoleta. Se impondrán los
conjuntos de jazz tipo Canal Street Band o los flamencos de pelo
largo y cajón acústico, mientras pasan los novios camino del
banquete. En la firma de testigos, se acabaron los revuelos en
altares y sacristías. Un amigo de la familia pasará una bandeja
para que todos firmen la papela del juzgado.
En cuanto al viaje de novios, ni Cancún ni
Canarias, ni Santo Domingo ni Mallorca. Se va a imponer Cuenca.
Vamos, verá usted cómo la semana que viene Cuenca se pone así de
recién casados. De bote en bote. Es la moda nupcial modelo
Príncipes de Asturias.