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en las hispalenses gacetas que van a poner con sentido único de
circulación muchas calles de Sevilla y se me viene a las mientes
una frase que quizá pueda oírse en labios de quienes comenten
por la radio o por la televisión o por escrito esa noticia:
-- Es que este ayuntamiento quita tó er sentío en
materia de tráfico...
Lo estoy pensando mientras evoco la tertulia
televisiva de unos queridos compañeros, en la que, con una
cervecita por delante y a modo de charlita de velador o de barra
de bar, comentan la actualidad. En esa tertulia, como en tantos
hábitos y ámbitos de la expresión cotidiana, usan este lenguaje
neocastizo, voluntariamente populachero, que se está imponiendo
como una nueva moda andaluza. Primores de lo vulgar, que diría
Azorín:
- -- Qué arte tiene nuestro alcalde...
- -- Es que tenemos un alcalde que no se pué
aguantá...
- -- Lo que yo te diga...
- -- De aquella manera.
- -- Anda que no.
- -- No ni ná...
- -- ¡Ya lo creo!
Y mientras toda esta serie de lugares comunes
y tirando a flamenquitos se pronuncia, esas manos. Los
andaluces, sustrato expresivo de la Bética romana, hablamos
mucho con las manos. Con los gestos. Hay todo un lenguaje de los
silencios que se expresa con una mueca de desagrado o de
aprobación. O con una mímica de las manos aprendida de los
flamencos, de las estrellas de la canción andaluza, de las
bailaoras. Hay un signo de elogio que cada vez se impone más. A
ver si lo sabemos describir para que usted lo esté viendo
inmediatamente. Significa aprobación, el no va más, el non plus
ultra. Para ello se cierran todos los dedos de la mano derecha
excepto el índice y el corazón. Con estos
dos dedos, como señalando la inmensidad del mundo o del espacio
sideral, al que se le dan vueltas, se hacen círculos con la
mano, haciéndola girar sobre el eje de la muñeca. Este gesto
suele rematar el aserto de una frase que no se termina:
-- ¡Cómo estuvo anoche La Pantoja en lo de
Jesús Quintero...!
Y la mano, en esos círculos siderales que
miden la inmensidad del elogio, lo dicen todo por sí sola, sin
necesidad de palabras. El elogio gestual se aplica a todo.
Dicen:
-- ¡Cómo estaba el arroz con chocos que nos
comimos ayer en Huelva!
Y el gesto de los dedos unidos de la mano
describe todo el universo, del Conquero a ver los barcos venir
al amanecer del día. Y mientras, entre frase y frase, esos
timitos expresivos:
- -- Lo de Manolo haciendo el arroz con
chocos es que es ya demasiáo...
- -- Manolo está sobrao...
- -- No tiene arte ni ná Manolo.
- -- Pó zí...
¿Quién inventó esta moda del lenguaje? Para mí
que la enorme fuerza expresiva del relato oral de Beni de Cádiz.
Para mí que la filosofía popular del Sabio de Tarifa. Para mí
que la narrativa andaluza popular, entre Paco Gandía y Chiquito
de la Calzada, entre Los Morancos y Rocío Jurado. Vulgarización
se llama la figura, en aras de un supuesto popularismo del
neocasticismo. Los andaluces hablamos como oímos hablar. En un
tiempo, los andaluces imitaron el habla del los personajes del
teatro de los hermanos Alvarez Quintero. Era el habla
quinteriana. Tal habla quinteriana tiene nuevas formas. Ahora no
es el habla de los personajes del teatro de los Quintero. Ahora
es el habla de los personajes del programa de Jesús Quintero.