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Para
que quede claro y no quepa la menor duda, del tirón y de
entrada confieso que cada vez que veo una película suya me
rindo ante lo que sabe de cine Pedro Almodóvar: más que los
dos hermanos Lumiere juntos. Hay que saber mucho de cine, de
lenguaje de cine, de historia del cine, para permitirse el lujo
de hacer dentro de "Hable con ella" el divertimento de
"El amante menguante" como un homenaje al cine mudo. Y
conociendo los personajes de la vida española a los que
Almodóvar, con este poderío del oficio, gusta rescatar en sus
películas, me extrañaba que no hubiese incluido aún en
ningún reparto a Marifé de Triana. Marifé, Ana Magnani con
bata de cola, es carne (trémula) de película de Almodóvar,
con su expresionismo dramático cuando canta "La
loba", o cuando se desgarra aterrorizada recorriendo el
escenario al proclamar como nadie la canción del miedo:
"Miedo, tengo miedo".
Y mire usted por dónde, en Los
Ángeles me he encontrado con que el arte imita a la realidad:
Almodóvar ha incorporado abiertamente a Marifé de Triana a su
estética. Al recoger el Oscar que a todos nos honra, ha dado el
cante, el cante por Marifé, con el "miedo, tengo miedo de
decir aquí lo mismo que allí". Almodóvar ha aprendido
inglés en la misma academia donde suelen los españoles que
reciben un Oscar. El inglés de Almodóvar es el mismo inglés
de Garci.
Almodóvar estaba estudiando inglés en Opening.
Y como le cerraron la academia y le dejaron colgado el pufo del
crédito bancario, no llegó a la lección donde se aprende que
"guerra" se dice "war". Tiró entonces del
diccionario del canguelo, en la estética de Marifé, y, con el
miedo como una loba, comiéndole las entrañas, les dijo a los
magnates de la industria del cine la vieja copla: "Desgraciaíto
el que come/el pan por manita ajena/siempre mirando a la cara/si
la pone mala o buena". El director manchego rompió en
gallego, y dio un discurso de 45 segundos que lo leo y no sé si
sube con el Séptimo de Caballería hacia Bagdad o baja hasta Sanlúcar
de Barrameda para llamar "asesino" a Iturgaiz. El
discurso de Almodóvar fue como una navaja suiza, que sirve para
todo. Me extraña que cuando dijo el acertijo de la paz, los
derechos humanos, la democracia y la legalidad internacional
nadie respondiera a su charada con lo clásico de: "¡La
gallina!".
Me he acordado de Marifé y me
he acordado de Adolfo Celdrán,
el olvidado cantautor alicantino, y de su canción a los progres
que ponían el póster del Che Guevara mientras vivían como
suelen. Lo más cómodo es tener miedo en Los Ángeles e ir de
pedazo de héroe social en la Puerta del Sol leyendo los
manifiestos que sean menester y llamando asesino a quien se
tercie. Lo más cómodo es servir a la industria
cinematográfica según lo políticamente correcto en cada
sitio, poner una vela a Polanco y otra a la CNN. Lo más cómodo
es decir que en España no hay libertad de expresión y
autocensurarse en Los Ángeles. Lo más cómodo es el "no a
la guerra" en los Goya y ni palabra de la ETA en el
Festival de San Sebastián. Echaba de menos a Marifé de Triana
en las películas de Almodóvar. Ya no. Almodóvar ha dado el
cante por Marifé: "Miedo, tengo miedo, miedo de perderte,
querido dólar."
Sobre
la guerra, en El Recuadro:
"Un
asesino"
¿Irá
el Gafe en el "Galicia"?
"La
falla del Bu"
"Azorados"
"Sadam
Hussein vende cal"
"Don
Tancredo en Texas"
"Los
nuevos amos del mundo": opinión de A.B. en la encuesta de
El Mundo, "Reflexiones ante la guerra"
"Suenmano"
"El Rey nos manda a
los albañiles"
"Almodòvar
se juega el Oscar"
"Guerra
no, gracias"
"Memoria
de la fragata Santa María"
"Pancarta
contra la guerra"
"Sueño
goyesco"
"Pegatinas
a la andaluza"
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