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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Ratones en los quirófanos

En los quirófanos del Hospital de San Lázaro han aparecido ratones. Ratones o ratas. Marditos roedores, vamos: Dixit y Pixie, como un homenaje de la Sanidad hispalense a Carmen Calvo. En el Real Hospital de San Lázaro, como se llamaba cuando era de la Diputación y no le habían pegado el pasavolante de transferirlo al SAS y largar el mochuelo.

Evoco ahora al doctor Italo Cortella, defensor de las libertades profesionales y ciudadanas desde la UCD y el Colegio Médico, director de San Lázaro. Cortella llevaba en su bata blanca, como todo el personal, el escudo del hospital rematado por la corona real. No una corona del estanco, de coronas o ducados, no: la corona del fundador, Alfonso X el Sabio. Que en este caso no es «Antes Burro»: es «Luego burros». Luego vinieron unos burros que borraron todo recuerdo de la fundación regia de San Lázaro y se cargaron el hospital. Los ratones no se atrevían a asomar la cabeza por San Lázaro con la corona del Rey del NO8DO. Y como legado alfonsí, había por el naranjal de los jardines de San Lázaro unos ilustres y regios gatos, encargados del NO8DO de los roedores: no-ma-dejado-una-rata en San Lázaro.

Real Hospital de San Lázaro. Yo creo que es algo. Lo de siempre: ¿le hubieran borrado el nombre y la tradición los ingleses a un hospital fundado por un Rey en el siglo XIII, con su azulejo dieciochesco de San Lázaro a la puerta? Desde luego que no. Ni se hubieran atrevido a «modernizar» la entrada del histórico edificio con una marquesina tipo parada de Tussam, como hicieron sin que Patrimonio la mandara desmontar.

La Diputación largó San Lázaro a la Junta, en una incomprensible contratransferencia de sus (in)competencias sanitarias. Los grandes logros de la Diputación en materia sanitaria han sido dos: cerrar el Psiquiátrico de Miraflores y largar San Lázaro. Un hospital pequeño, grato, familiar. Con clientela propia, del padrón benéfico. Un personal humanísimo y eficiente, con grandes médicos de todas las especialidades, con una enfermería abnegada, hacía que los hospitalizados o quienes acudían a las consultas se sintieran como en su casa. Quirófanos funcionando, listas de espera rebajadas, problemas solucionados. Pero, ay, la Diputación se lo largó al SAS. Antes había tomado a San Lázaro por banco de pruebas de todo: de planificación familiar, de geriatría, de penitenciario, de psiquiatría, del sida... Luego lo hicieron una especie de Planta de Oportunidades del Hospital Macarena, con sus rebajas y desechos. Hasta que, claro, llegaron los ratones, ¿no van a llegar?

Aviso: esos ratones se han aprendido el camino de la Sanidad abandonada por la administración local en manos del derrochón y dilapidador SAS. Una vez que se han enseñoreado del Real Hospital de San Lázaro seguirán por la Ronda y llegarán al Equipo Quirúrgico. El Equi-po es todavía lo que fue San Lázaro: el modelo de una sanidad humana, no masificada ni burocratizada, cercana, efectiva, que descongestiona urgencias y resuelve problemas. Como la Diputación largó San Lázaro a la Junta, el Ayuntamiento quiere largarle el Equipo, reliquia de la magnifica red de casas de socorro municipales desmontada como el Plan Hidrológico: sin nada que la sustituya.

Hay ratones que están contentísimos con la entrega del Equipo a la Junta. No sólo los ratones que se adueñaron de San Lázaro. Usted sabe a qué ratones me refiero: los ratones coloraos del SAS. ¡El dinero que nos cuestan los ratones coloraos del SAS! Y digo coloraos porque lo de rojos no les gusta nada a estos derrochones especialistas en números del mismo color que su ideología.



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