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En
Londres, con unas bombas criminales, nos pusieron el 7-J un
espejo donde se reflejaron todas las vilezas españolas del
PSOE en el 11-M. Y pudimos ver los contrastes entre los
pueblos y sus partidos políticos. Cómo aquí las explosiones
asesinas de unos trenes se usaron para derribar a un Gobierno
y allí semejantes bombas, en trenes parecidos, colocadas por
los mismos moros asquerosos, se usaron para que todo un pueblo
hiciera piña con su Gobierno y no buscaran más culpables que
los terroristas de Al Qaeda. Ante ese espejo de Londres nos
indignamos al recordar aquel 11-M en un Madrid de Rubalcaba,
Bardem, «queremos saber», «¡asesinos!», «pásalo» y «el
Gobierno miente». Y algunos nos hicimos la pregunta del millón
(de libras esterlinas):
-¿Dónde hay que echar los papeles para hacerse inglés?
Ahora, en Guadalajara, once muertos y 14.000 hectáreas
quemadas nos ofrecen un espejo de fuego. En él se refleja el
chapapote del Prestige. Pese a 11 cadáveres calcinados, el
Alto Tajo no es la Costa de la Muerte. En Galicia gobernaba el
PP y en Castilla-La Mancha, el PSOE. El PP, ya se sabe,
siempre es culpable, ¡so fachas! El PSOE, como son los
nuestros. ¡viva el talante y el buen rollito! Tiene en su
escudo un puño y una rosa por eso: se va siempre de rositas,
ya que la izquierda está legitimada para todo y nunca tiene
que justificar nada, mientras la derecha no está aún muy claro
ni que sea una opción democrática.
Como se trata del campo ardido, me pongo bucólico latino,
entre Virgilio y Horacio, y mirando el espejo de fuego entono
los «ubi sunt». ¿Dónde están ahora los de la pancarta y la
pegatina del «nunca mais»? ¿Dónde los ecologistas y las ONG?
¿Dónde los voluntarios con el mono blanco recogiendo chapapote
para tirárselo a la cara al PP? ¿Dónde los estudiantes cogen
las ramas de pino hechas cisco picón y le tiznan la cara con
ellas al Gobierno de Madrid y de Castilla-La Mancha? ¿Dónde
ahora las repetidas palabras; imprevisión, descoordinación,
improvisación? ¿Dónde los que digan que el presidente del
Gobierno no se ha dignado aparecer, como fue a ver cómo le
ardía la Torre Windsor a Gallardón y a Esperanza Aguirre?
¿Dónde las cadenas amigas que hagan el telediario a pie de
campo quemado? ¿Dónde están ahora Pilar Bardem, su puñetero
niño, Ramoncín, Almodóvar, Concha Velasco, El ¿Gran? Guayomin
y el pesebre completo del artisteo manifestante, esperando la
recompensa de la subvención? ¿Qué hubiera pasado si Aznar
hubiera dicho por todo comentario que «el barco era muy viejo,
llegó a la Costa de la Muerte y en segundos, ¡plaf!», y
declarado lo cual se hubiera largado de viaje a la gran China?
Y sigo tomando el espejo de fuego y lo oriento ahora a
Berrocal, entre las sierras de Sevilla y de Huelva. Y me da un
silencio de muerte. En torno a Riotinto se quemó el verano
pasado una superficie tres veces mayor que la que ha ardido en
Guadalajara. Fueron 37.000 hectáreas arrasadas. Hubo dos
muertos. Repito, ¿me se oye, uno, dos, uno, dos, me se oye?:
hubo dos muertos. Dos muertos y 37.000 hectáreas quemadas
sobre la conciencia política de Chaves, del PSOE y de la Junta
de Andalucía. ¿Y qué pasó? Nada. ¿Por qué? Porque en Andalucía
gobiernan los nuestros, y los nuestros siempre tienen la razón
y lo hacen todo bien. Cuando ardía medio Andévalo y media
Sierra de Huelva, Chaves no estaba en la ópera o yéndose de
Juan Naja a China como ZP, pero sintió un gran alivio al
comprobar que Berrocal no era Yola Berrocal y que nadie diría
nada en España. Por aquellas dos muertes y por aquella
catástrofe ningún ecologista protestó, ningún progre
estabulado en empleo público sacó pancarta o pegatina alguna.
Y si quieren, seguimos con el espejo para que se refleje en su
azogue triste lo de Bolidén y Aznalcóllar. Mejor que no.
Ibamos a tener que pedir dientes prestados para apretarlos de
rabia.
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