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CUANDO
el teniente general Francisco Mira Pérez, aviador antes que
fraile del convento de Javier Arenas en el Ministerio de
Trabajo, llegó a la secretaría del Real Patronato de
Prevención y Atención a Personas con Minusvalías, realizó un
descubrimiento que se apresuró a comunicarme. En España había
17 legislaciones distintas, 17, sobre medidas contra las
barreras arquitectónicas que impiden la libre circulación de
personas con discapacidad motriz. Usted ve una rampa para
minusválidos y se cree que eso es igual aquí y en las
Vascongadas. Pues no. Si tal cree, que todas las rampas de
minusválidos son iguales, está tan equivocado como el general
Mira cuando llegó al Real Patronato, antes de su
descubrimiento. Ni el ancho de la rampa obligatoria, ni su
porcentaje de pendiente, ni su longitud son iguales en todas
las comunidades. Nada menos parecido a lo legislado para una
rampa de minusválidos en Valencia que lo ordenado para las
sillas de ruedas en Badajoz. Y Paco Mira, con toda su gracia
alicantina, me decía:
-Por lo visto, un cojo catalán no es lo mismo que un cojo de
La Rioja, y sus sillas de ruedas necesitan rampas distintas.
Así que mi trabajo fundamental en el Real Patronato va a
consistir en la homologación de los cojos de España por encima
de las 17 legislaciones distintas sobre sus rampas y sus
sillas de ruedas.
Ya Paco Mira no está en el Real Patronato de las Minusvalías y
no sé si conseguiría la homologación centralista de los cojos
autonómicos, su Loapa con silla de ruedas. Esto del
centralismo homologador es políticamente incorrecto en materia
de cojos. Y (perdón por la manera de señalar) hasta en asunto
de cagaleras. Por culpa de un pollo, la España de Andreíta,
coño, cómete el ídem, está amenazada por el fantasma de la
salmonelosis. Se va de vareta. Por las patas abajo, vamos,
para que me entiendan si no está clarito. Como hemos acabado
con la unidad de España a efectos del Territorio Insalud, cada
salmonelosis, como las rampas de los cojos de Paco Mira, está
regulada por una legislación distinta sobre intoxicaciones
alimentarias. No es lo mismo coger unas cagaleras
salmonelósicas importantes en Cataluña que en Andalucía. En
Cataluña, para irte por las patas abajo, le tienes que pedir
permiso a Carod. En Andalucía, como a Chaves le importa un
bledo, te puedes ir de vareta en plan simpático. Pero, ay,
aunque la ministra Salgado (qué bueno que viniste) haya
llegado de sus bien ganadas vacaciones, por la desmembración
del Territorio Insalud, aquí nadie sabe cuánta salmonelosis
hay fuera de su autonomía sanitaria de la Señorita Pepis.
Podría morir la gente a chorros en Salamanca por una epidemia
del cólera morbo que volviera, que como no tienen que
comunicarlo a Madrid, pues no pasa nada y estamos todos más
buenos que el jamón. En materia epidemiológica, el Ministerio
de Sanidad aplica la política Concha Piquer: «Que no me quiero
enterar, no me lo cuentes, vecina». No hay salmonelosis porque
hay 17 salmonelosis autonómicas distintas.
Por lo cual van a inventar provisionalmente el centralismo
mientras duren las actuales circunstancias salmonelósicas.
Como tuvieron que volver a inventar el centralismo tras el
desastre del fuego de Guadalajara. La polémica de la Alarma 2
era el viejo debate del centralismo. Por no querer dar el
brazo a torcer ante el centralismo murieron 11 criaturas
abrasa-das. Toda la teoría política de las ventajas de la
autonomía se viene abajo ante una barbacoa o unas diarreas
malayas. Ante los desastres, como estamos en una sociedad
laica, en vez de lo de «que cada cual rece lo que sepa» le
ponemos un par de velas al demonio del centralismo. Y ni aun
así nos enteramos de la realidad del pollo a la Salgado, más
famoso que el pollo a la Pantoja.
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