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Los
aviones son las castañeras del verano a efectos de articulismo.
Este es mi segundo artículo sobre aeronáutica materia en pocos
días. Trata sobre un asunto que no se me escapa ni con alas.
Es sobre la versión civil de las gloriosas alas de España, del
himno del Ejército del Aire que escribió Pemán: «Volad alas
gloriosas de España,/estrellas de un cielo radiante de
sol,/escribid sobre el viento la hazaña,/la gloria infinita de
ser español». Parece que últimamente hay cierta resistencia a
que la gloria infinita de ser español y hablar esta lengua sea
escrita por las gloriosas alas de España sobre un cielo
radiante de etcétera. Será para que no se enfade Carod y no se
le ponga todavía más cara de foca. Mi pasada experiencia en un
despegue desde El Prat me hace pensar que, con un cartuchito
de votos, Carod manda en Cataluña por tierra, mar y aire. El
gachó de Perpiñán quiere que el catalán sea obligatoriamente
lengua del imperio de todos los españoles, y algunas compañías
aéreas, al maragaliano o zapateresco modo, ya le han hecho
caso y lo aplican en El Prat: «Les habla el comandante Carod,
y en catalán, por Dow Jones...»
Tomé el otro día un vuelo de Iberia de Barcelona a Zurich, y
me quedé con las ganas de que la megafonía proclamase la
hazaña, la gloria infinita de ser español. Si lo proclamó, no
me enteré ni de papa: fue el catalán la única lengua
peninsular que sonó. Los saludos e instrucciones al pasaje
fueron en todas las lenguas imaginables. Menos en español,
lengua oficial del Reino de España, cuya corona por cierto
lleva el logotipo de Iberia.
No hablo a humo de pajas, sino de reactores. Del vuelo IB 7368
del 12 de agosto, que nos llevó perfecta, plácida, cómoda y
puntualmente desde las pistas de la maratón del aeropuerto de
Barcelona a Zurich. Vuelo compartido entre Iberia y Swiss Air.
Por obra del birlibirloque operativo de la Alianza One World
(¿será por alianzas de civilizaciones) el vuelo IB 7368 de
nuestro billete se convirtió en el LX 1955. Y al despegar de
Barcelona, la sorpresa. Usted despega de París y le hablan en
el avión en francés. Despega de Londres, y en inglés. Pero
usted sale en este vuelo compartido de Iberia desde Barcelona,
y le hablan... ¡sólo en catalán! La primera lengua que sonó
allí fue el catalán. Pensé: «Ahora vendrá en castellano...»
Sí, sí... Lo que vino fue el aviso de salutación en inglés, y
luego en francés, y más tarde en alemán. ¿Y la lengua oficial
del Reino de España, desde cuyo suelo despegaba aquel vuelo de
nuestra compañía de bandera? Será de bandera a media asta por
la muerte de Cervantes, hijo, o de bandera estelada de Carod.
Porque aterrizamos en Zurich y antes de tomar tierra, nada,
¡otra vez el catalán como lengua del imperio! Se ve que Carod
controla ya perfectamente todos los aviones que despegan desde
Barcelona, a fin de que el catalán sea la lengua obligatoria.
No quiero ni pensar que les prohiban dar los avisos y saludos
en castellano si despegan de la españolísima tierra de
Cataluña.
¿O será una forma muy especial que tiene la compañía Iberia de
celebrar el centenario del Quijote en sus vuelos compartidos
con otras compañías, para prestigiar la lengua de Cervantes
ante el resto de las naciones? Ah, ya está: Iberia aplica la
conclusión del curso sobre «Valor y poder económico de la
lengua» que patrocinó la Fundación Vocento en la Universidad
Menéndez Pelayo, y donde desoyendo al comandante Carod se
dijo: «El español no vale tanto como lengua en sí misma, sino
como elemento cohesionador entre los 400 millones de
hispanohablantes que hay en el mundo». Claro, como sólo somos
400 los millones los que hablamos español, por eso en los
vuelos compartidos de Iberia nos dan los avisos únicamente en
catalán cuando despegamos de Barcelona. Algo tan ridículo y
empequeñecedor como si los saludos en los aviones que despegan
de La Gomera los dieran únicamente a pitidos de silbo gomero
como exclusiva lengua del Reino de España. Por Dow Jones.
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