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A
muchos tenientes de hermano mayor de las cofradías les
gustaría ser como el de la Real Maestranza de Caballería: con
el hermano mayor a 500 kilómetros y todas sus funciones
delegadas. Que el hermano mayor fuera un sillón de respeto
vacío en los cabildos, y ellos mandasen. Es nuestra Inglaterra
interior. Envidiamos a los ingleses y a veces nunca nos damos
cuenta de la mucha Britannia que llevamos dentro, en el culto
a la herencia de la Historia. Me ocurrió en la última cena de
los Cavia. Como es tradición, a los postres, y esta vez en
presencia de Su Majestad, alzó su copa el presidente de honor
de esta Casa, don Guillermo Luca de Tena y Brunet, y dijo en
el brindis ritual:
-¡Por el Rey!
Alguien en mi mesa comentó:
-Este brindis por el Rey no lo hacen ni en Inglaterra.
Igual ocurre en Tablada o en Capitanía. Terminado un acto
castrense, antes de la copa, el teniente general levanta la
suya y en posición de firmes brinda:
- ¡Por el Rey!
En la Britannia de la Real Maestranza no tienen que brindar
por el Rey, porque Su Majestad, que es el hermano mayor
efectivo, preside en efigie todos los actos, desde su sillón
vacío. Y hasta el siglo XIX, incluso presidía así las corridas
de toros. En el palco del Príncipe de la plaza ponían en todos
los festejos el retrato del Rey. Fernando VII se hartó de ver
corridas desde un cuadro, ¿no iba a fundar la Escuela de
Tauromaquia?
Es tradición, pues, que en el Real Cuerpo manda el teniente.
Con elisión del hermano mayor, se le llama simplemente El
Teniente. En una cierta Sevilla, homóloga de la Maestranza, la
de Caridad, Quinta Angustia y Aero, ni hay que decir de quién
ni de qué es teniente este Teniente por antonomasia. Se
sobreentiende que no es un teniente de navío, ni un teniente
de Infantería. Lo cual dio origen a más de una confusión con
anécdota. Como algún antiguo teniente de la Maestranza que
puso en su sitio a un insolente, y el que se le quería subir a
las barbas, contrariado, le dijo:
-¿Pues sabe usted lo que le digo? Que si no le da a usted
vergüenza, con la edad que tiene, haber llegado nada más que a
teniente. ¡Vaya carrerón, por los c...!
Eso se llama no saber de la misa (en la capilla de la Virgen
del Rosario) la media. A veces hay tenientes que llevan un
carrerón, porque llegan muy jóvenes a la tenencia. Tal le
ocurre al nuevo teniente, a don Alfonso Guajardo-Fajardo y
Alarcón, a quien ha nombrado Su Majestad para suceder al Conde
de Luna, que cumplió dos mandatos. Al nuevo teniente le tengo
ley desde hace una generación. De cuna. Veo en sus virtudes la
reencarnación de las de su padre, un inolvidable teniente, que
se llamaba también Alfonso. Teniente hijo de teniente. Como su
padre, tiene Alfonso Guajardo un especial sentido de la
prudencia, del tacto, del equilibrio y algo muy raro en
nuestros días: sentido común. Y de tonterías, las mínimas.
¡Ninguna! De Alfonso Guajardo padre guardo el recuerdo
imborrable del día que se inauguraba el Cortinglés de Nervión.
Había bulla de mangones de mariscada junto al bufé, de donde
lo vi retirarse muy digno, diciéndome:
-¡A mí nadie me da un empujón por coger un langostino!
Nos retiramos de la bulla con esa caballerosidad de su
señorío, y quizá allí me contó la mejor definición que dieron
nunca del protocolo: «Mira, protocolo es que si yo te invito a
cenar en mi casa y te pongo en la tarjeta que la etiqueta es
venir en pijama, tú puedes hacer dos cosas: o venir, o no
venir. Pero si vienes, desde luego que tienes que venir en
pijama...» Estoy seguro que en venturosa dinastía de
tenientes, Alfonso Guajardo-Fajardo II nos dará los mismos
ejemplos de prudencia, inteligencia y señorío del langostino y
del pijama que Alfonso Guajardo-Fajardo I.
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