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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Que llamen al doctor Villamor

HEMINGWAY tenía de los toros la idea que puede tener un americano. Pero, sobrado de intuición, supo hallar toda la literatura que llevan dentro. Hemingway se planteó los toros como sus colegas americanos el boxeo. En vez de hacer reportajes literarios en forma de libro sobre Ray Sugar Robinson, los escribió sobre Ordóñez, Dominguín, la Pamplona taurina. Con tal intuición, que un título de don Ernesto rotula la presente temporada taurina: «Verano sangriento».

Como el hambre ya no da cornás, las dan los toros. Cornás o lesiones de futbolista. Peor. Son las que más temen los toreros, por lo que tardan en sanar: huesos rotos, roturas de ligamentos. Más propias de Ronaldos y Ronaldiños que de Fundis y Fandis. Así está El Jose, que encabezaba el escalafón de los novilleros y ahora pisa el pobre la raya de picadores de la hemiplejia. Así Esplá, rotura de pleura y costillas. Todos los grandes se han llevado cornadas gordas. El Cid y César Rincón también forman el mano a mano de moda en el dolor de las cornadas de impresionar... a los hombres, que las mujeres chillan histéricas por un puntazito de nada. Ponce, Iván Vicente, Barrera, Cepeda, ya digo, medio escalafón en el sanatorio de toreros.

En este mundo de los veranos sangrientos, siempre hay un médico milagroso a quien llamar. Manolete se murió llamando al doctor Jiménez Guinea. Tras lo de Linares, Dominguín metió al doctor Zúmel en su coche de cuadrillas e iba a torear con médico puesto, por si las moscas de las enfermerías de las plazas solanescas de los pueblos. Paquirri se desangró camino de Córdoba llamando al doctor Vila. El nombre mágico ahora es Villamor, el doctor Ángel Villamor. Los toreros llevan en las capillitas devotas de sus cuartos de hotel las estampas de todas las Vírgenes de su pueblo, pero los mozos de espadas llevan en la agenda el teléfono del doctor Villamor. Y cuando hay hule, Villamor los saca adelante, tengan lesión de futbolista o cornada de pundonor. Comprueba que los toreros están hechos de otra pasta. Se van en coche hasta Francia con sus heridas con los puntos puestos, sanan en horas. Hoy están pegando cojetadas en la clínica y mañana, en la puerta de cuadrillas, más toreros y derechos que la garrocha de Javier Buendía.

Dicen que los toreros son de otra madera. ¿Sólo los toreros? ¿Y el resto de los españoles, no somos también de otra madera? Como a los toreros no se les puede aplicar el protocolo de tiempo de curación del resto de los mortales, a los españoles no se nos puede aplicar la capacidad de tragar quina que al resto de los europeos. ¿En qué país el electorado aguanta y traga lo que aquí? ¿En qué nación europea se queda la gente tan campante si por ejemplo les dicen que la nación alemana no existe, que no hay más patria que Baviera? Sólo siendo de otra pasta podemos aguantar que los terroristas se sienten en los parlamentos democráticos; que los independentistas decidan el futuro de la Constitución nacional; que los aparatos del Estado aparezcan mezclados en las matanzas asesinas; que la Justicia sea lo de Pacheco; que una caja de ahorros regional en mano de los separatistas coja por lo que le cuelga al toro de Osborne entre las patas a todo el sector energético, y a la economía nacional entera en cuanto le plazca, desde el núcleo duro de las empresas más estratégicas. Sólo siendo de otra pasta, de otra madera, como los toreros, se explica que aguantemos a un presidente que dice a la oposición que hay que dialogar sobre el diálogo y todos tan panchos. Incluido el jefe de la oposición, al que dentro de dos meses le dirán otra vez que si quiere que le cuenten el cuento de la buena pipa y dirá que sí, que se lo cuenten.

Sí, los toreros y los votantes españoles son de otra madera. Lo malo es que los toreros llaman al doctor Villamor y en dos días están haciendo el paseíllo. Como no hay un doctor Villamor para España, aquí de paseíllo, nada. Para el arrastre están dejando esto.



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