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En
los días de incienso y naranjos en flor, las bandas
cofradieras tocan «La Santa Espina» a ritmo de marcha
procesional por las cuestas empedradas de los pueblos
andaluces, en las calles de cal y rejas de ciudades a la vera
de un río o de la ancha mar, sobre cuyas aguas camina de nuevo
el reflejo de un Cristo crucificado. A nadie molesta y a todos
emociona que suenen cornetas y tambores con la sardana a lo
divino.
En justa correspondencia por este homenaje cofradiero andaluz
a las músicas catalanas, la Inquisición de ERC ha declarado
anatema la participación de la cantaora flamenca Mayte Martín
en el programa de la Diada. En el Parque de la Ciudadela, la
Generalidad ha organizado un concierto con María del Mar Bonet,
Josep Carreras y Mayte Martín. Mayte Martín, como bien saben,
es una opresora de la cultura catalana, y prueba de ello es
que los españolistas le dieron el premio de la Lámpara Minera
en La Unión. Es una traidora al tarro de las esencias de Macià,
pues habiendo nacido en el Principado tiene la osadía de
cantar flamenco. Sí, flamenco. ¡Y en castellano! Esa música
que es la banda sonora de nuestros enemigos, de España.
Comprendo que ERC considere intolerable esta provocación de
cantar flamenco en un acto oficial. ¡Hasta ahí podíamos
llegar! Demasiado tuvimos ya con que Peret o El Pescaílla le
pusieran el dignísimo apellido de «catalana» a una depravación
cultural cual la rumbita flamenca. Si por lo menos Mayte
Martín cantara letras flamencas en catalán... Pero no, quiere
cantar en castellano la «Vidalita», una música opresora del
imperialismo español. Inadmisible.
Lo siento mucho, pero al flamenco nunca llegará esta tiranía
de la dictadura de la minoría separatista catalana de los
gachós de la camisa negra, que parecen todos palmeros de Peret,
aunque aborrezcan el cante. Ya aquel genio mundial que fue
Benito Rodríguez Rey, El Beni de Cádiz, intentó cantar
flamenco en catalán. El genial Beni dijo su «Ya soc aquí» en
una entrevista en TVE, que verían en Cataluña, por lo que me
extraña que insistan en el error. Beni tomó para interpretarlo
en versión catalana sin subtítulos un fandango clásico: «Tengo
un canario en mi cuarto/que canta cuando te nombro./Mira si te
nombraré/que hasta el canario está ronco,/serrana, por tu
querer». Beni de Cádiz, muy serio, muy profesoral, tras
recitar el fandango en castellano, se dispuso a lo que quieren
obligar a Mayte Martín: a cantarlo traducido sin subtítulos en
catalán. Y con los tres mil años de su cultura gaditana,
proclamó solemnemente en una versión libre para la radio de la
gramática de Pompeu Fabra:
Chianti quand te nóm,
ting un canari en la alcoba
chianti quand te nóm.
Mira si te nomaré
que hasta el canari está afónic...
Y ahí Beni, con todo su saber de siglos, con su enorme respeto
a la cultura catalana, en la que a los sones de «La Santa
Espina» su Cristo viñero de la Misericordia se reflejaba en
las aguas de la Caleta, en las que ponía su espuma el vaso de
agua clara de Pemán; ahí, digo, Beni se rendía y entregaba la
cuchara sin diccionario. Cortaba el cante y decía:
-¡Esto ni pega ni llega!
Tras lo cual, abriendo mucho sus ojos, grandes como bolas del
mundo de la libertad, exclamaba sobre su propia obra:
-¡Qué mamarracho!
Lo que quieren hacer los inquisidores de camisa negra de ERC
con Mayte Martín no es un error de papelería, ni un error de
floristería, ni un error de ferretería, ni un error de
pastelería, ni un error de flamencología. Digo como mi maestro
El Beni: ¡qué mamarracho!
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