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DE
vergüenza no sé, quizá también. Pero desde luego que de
memoria colectiva andamos cortitos, y sin agua. Menos
demagogia de la Memoria Histórica es lo que hace falta aquí,
y más memoria de la historia más reciente. De aquellos
terribles días de julio mismo, no tan lejanos, cuando la ETA
había secuestrado a Miguel Ángel Blanco y amenazaba con
asesinarlo si el Gobierno no acercaba a los presos
terroristas a las cárceles vascongadas.
España estuvo horas y horas paralizada, conmocionada, con un
nudo en la garganta. Hecha una piña con quienes se tenían
que hacer un nudo en el corazón para no claudicar ante el
chantaje de los asesinos, por mucho que amenazaran con
quitar la vida a un inocente. No estuve en el castillo de
Tarifa cuando los moros llegaron a decirle a Guzmán el Bueno
que matarían a su hijo, que tenían preso, si no entregaba la
plaza, pero me lo imagino. En aquellas horas, todos los
españoles estuvimos en cierto modo dentro del castillo de
Tarifa, escuchando los atambores y chirimías de unos
bárbaros que anunciaban que matarían a Miguel Ángel Blanco
si no entregábamos la plaza del Estado de Derecho, abriendo
sus murallas y sus cárceles. La plaza no se rindió.
Prevaleció la ley. Al precio de una vida. Eran las tres de
la tarde cuando por las radios de la congoja supimos que en
un pinar había aparecido un cuerpo humano con un tiro en la
nuca, y que aún mantenía un hilo de vida. Era Miguel Ángel
Blanco. Era Ermua y su espíritu, que en menos de horas
veinticuatro pasamos del castillo de Tarifa a la plaza de
Fuenteovejuna, todos a una contra los asesinos separatistas.
Oigo ahora aquella misma radio de la trágica tarde en la que
soltaron en un camino el cuerpo de un inocente que aún tenía
un hilito de vida. Oigo aquella misma radio de un pueblo
entero, Ermua, España, da lo mismo, puesto en pie junto a un
símbolo de resistencia frente a la negación de los
sentimientos, de la razón, de la ley. Por aquella misma
radio dicen ahora que a las víctimas de los asesinos
separatistas les escatiman las ayudas que derrochan en
subvenciones a los que votan en el parlamento vascongado con
las manos manchadas de sangre. Debe de ser un homenaje a
Miguel Mihura en su centenario. Es todo tan incoherente que
la realidad supera muy ampliamente el humor del absurdo de
«Tres sombreros de copa». Han convertido a los verdugos en
víctimas. Han satanizado a las víctimas. Tráfico y negro
humor del absurdo. No es para reírse. Por esa misma radio
sigo oyendo no sé qué de las transferencias carcelarias a la
autonomía vascongada. Eso significa ni más ni menos que
están preparando el camino para que los presos de la ETA
sean llevados a las mismas tierras que quieren separar de
España, lo que pedían cuando secuestraron a Miguel Ángel
Blanco. Y dicen que eso será el primer paso para que los
pongan en la calle cuando Ibarreche tenga las llaves de las
cárceles.
No puedo creer que sea en serio. Será un homenaje al absurdo
de Miguel Mihura. No puedo creer que estén dispuestos a
hacer eso, en lo que llaman «proceso de paz», por no ponerle
su verdadero nombre de claudicación del Estado de Derecho
ante una banda de asesinos, con tal de que un botarate
llegado al poder por cruento accidente pueda aspirar al
Nobel de la Paz. No puedo creer que aquel mismo Estado de
Derecho que hizo una piña en las horas de la angustia,
cuando habían secuestrado a Miguel Ángel Blanco, sea ahora
el que conceda todo lo que entonces se negó a un altísimo
precio: nada menos que la vida de un hombre. O a lo mejor
estoy equivocado. Voy a ponerme el termómetro. A lo mejor
tengo un fiebrón y estoy delirando. ¿Será que todo esto lo
he soñado yo con la calentura, y que ni Ermua ni Miguel
Ángel Blanco existieron nunca?
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