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La
presentación de un libro tiene siempre algo de bautizo. Las
copas finales que suelen dar son como el pelón que echaban
los padrinos, en la coplilla que era como una pintura
costumbrista de unos chiquillos recogiendo chavos de un
señor con chistera y levita a la puerta de una iglesia así
como mudejarita: «Pelón, pelón, pelón,/padrino, no lo gastes
en vino,/ gástalo en galletas/para el niño teta».
Y cuando lo que se presenta es la reedición de un libro, la
ceremonia, más que de bautizo, tiene algo de confirmación en
la fe editorial. No hay que desear al autor salud para
criarlo ni al librero para venderlo; el niño está ya tan
crecido que muchos que lo buscaban no lo hallaban entre los
doctores y lo echaban de menos. En libros y en todo, mejor
siempre que lo echen a uno de menos que de más. Y de menos
se echaba un libro de Antonio Murciano, editado en 1991, que
hoy gozosamente se confirma, digo, cuya reedición presenta
hoy Manuel Barrios, en un acto donde por si fuera poco arte
la presencia de poeta y novelista, estarán también El Niño
de Pura, Matilde Coral y Chano Lobato. Matizo: la narrativa
popular gaditana de Chano Lobato, que tiene tal arte
contando la vida, que el libro que le ha hecho Juan José
Téllez merecería que estuviera como prenda de orgullo por el
habla andaluza en todos los colegios e institutos. (Otro
libro que está pidiendo reedición).
«Andalucía a compás: mi poesía flamenca 1950-1990» es un
breviario lírico de Antonio Murciano que se merece, como
París, la misa de tres capas de esta reedición. A compás...
¡Ay con el ay, si Andalucía toda, el orgullo por nuestras
cosas, nuestra economía, nuestra cultura, nuestro
tradicional refinamiento, estuvieran tan a compás como los
versos de Antonio Murciano! Poeta del que habría que decir
como de algunos cantaores como Chano, de algunos tocaores
como El Niño Pura, de algunas bailaoras como Matilde: que
está sobrado de compás:
Yo no sé qué moro puso
al Guadalquivir de pie,
lo hizo Giralda y se fue.
O anda que en este otro poema también anda malamente de
compás el poeta de Arcos:
Cinco letras tiene Cádiz
pero le sobra con tres,
que en ellas cabe la gracia
al derecho y al revés.
Hay que oír cantar por alegrías a Rocío Jurado este poema de
Antonio Murciano para paladear todavía más el compás. Compás
del alma de nuestras cosas, en estos tiempos descompasados.
Compás de un secreto convento de Arcos de la Frontera, que
se abre al ancho mundo, paraíso para todos, en los versos de
su poeta. Poeta, no pregonero. Menos mal que lo del pregón
de Sevilla es ya sólo una anécdota en la bibliografía de
este poeta de Arcos que tuvo la generosidad un día, ayer por
la mañana, de ser el primer editor de mis versos. Antonio
Murciano es un gran poeta a pesar de haber dado el pregón de
la Semana Santa. Hay quien da el pregón y es como si le
diera un aire: se queda apergaminado con el chaqué, y va ya
de pregonero por la vida entre los cuatro compadres que
decía Cernuda que acabaron con José María Izquierdo, otro
que tenía compás, compás de Santa Paula, compás de Santa
Clara, compás de a tu puerta están las campanillas. Y como
Antonio Murciano tiene tanto compás, pues los cantaores han
entrado por los versos de este libro como los gitanitos del
Vacie por las estanterías de dulces del Carrefour de la
Macarena: a mangar lo que puedan. Usted leerá estos versos y
le sonarán muchos cantes. El compás de un poeta sobrado,
compay en la doble militancia de Sevilla y Cai:
Cádiz, Sevilla,
Sevilla y Cádiz:
ya he visto el mundo,
y esto es lo que hay...
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