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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Gatos raticidas para Los Príncipes

Tempranísimo. La del Alba sería, la hora de su título, cuando la duquesa Cayetana llamó ayer al alcalde para pedirle el indulto de los gatos de los pabellones militares de San Bernardo, condenados a muerte en el Zoosanitario. Llamaba tras leer que los consternados activistas de «El Amigo Más Fiel» se concentraron ante los pabellones artilleros para pedir la conmutación de la pena capital aplicada inhumanamente a los gatos. No callejeros. Gatos de alta graduación en la escalilla de la belleza felina, de coroneles y comandantes hacia arriba, asentados en los abandonados pabellones de los mandos de la Fábrica de Artillería y de la Pirotecnia. En los Alpes hay perros de San Bernardo; en Sevilla, gatos de San Bernardo.

Esos pabellones, junto al puente de Juan Talavera llamado de los Bomberos, son una preciosidad de época que merece ser salvada en su conjunto y en su ambiente. Creo que ya están protegidos por la ley urbanística, y que serán destinados a uso público. Pabellones primos hermanos de la antigua Capitanía General de La Gavidia, en una interesantísima arquitectura militar española de la que hemos encontrado recuelos finiseculares del XIX en nuestras antiguas colonias de La Habana y Puerto Rico. Más nuestros no pueden ser. Todavía se oye allí el artillero clarín del Brigada Rafael resonando sobre los cristales de sus cierros, delante de la cruz de guía de la cofradía de San Bernardo.

Y si deben ser salvados los pabellones, sus guardianes, los preciosos gatos okupas, mucho más. Son terribles estas noticias que cíclicamente hablan de matanzas de animales. Que si los patos del Parque de los Príncipes; que si los perros abandonados para el cómodo veraneo de los padres que se los regalaron por Reyes a sus niños; que si los gatos, los hermosos, mágicos gatos que fueron dioses en el antiguo Egipto, cosa que no olvidan fácilmente, de ahí su mayestática dignidad de reyes destronados. Roma, que es ciudad culta y en muchos aspectos nuestro sustrato cultural, ha declarado a los gatos como monumentos ciudadanos. Los gatos del Coliseo o de los foros, entre cipreses y ruinas, son monumentos vivos de la ciudad, tan protegidos como la Columna Trajana. Hablando de Trajano: por Amor de Dios, que los creó tan hermosos y libres, a ver si aquí, ya que queremos ser una ciudad moderna y culta, entronizamos para siempre este amor y cuidado por los animales y no matamos más perros, gatos, patos o palomas. En las ciudades avanzadas y modernas no se organizan matanzas de animales, sino que se ayuda a las asociaciones protectoras que los cuidan como se merecen.

Por esta vez, gracias a la protesta de los militantes gatunos y a la intercesión ducal, el alcalde ha ejercido el magnánimo derecho de gracia en la Ciudad de la Ídem y me parece que los gatos de San Bernardo, pobrecitos, se han salvado de la matanza horrible, de la cámara de gas del Mathausen felino. Ojalá los mantengan, vacunados y esterilizados, en esos pabellones que son más suyos que de Bono, el ministro de Defensa. Ojalá esas beneméritas asociaciones como El Arca de Noé o El Amigo Más Fiel les encuentran acomodo en casas con niños en busca de gato. Pero podríamos encontrarles un útil empleo público, que con todo respeto sugiero al alcalde. Dicen que han cerrado el Parque de los Príncipes a causa de las ratas. ¿Saben por qué hay ratas en el Parque de los Príncipes? Porque los gatos están en otra parte, en San Bernardo, y condenados a muerte. Coloquemos a los misús de San Bernardo de funcionarios, de gatos municipales, en el Parque de los Príncipes y verán ustedes cómo no dejan una rata y los niños pueden volver a jugar allí, con un horizonte esquivo de hermosos pirracas que arquean sus lomos y levantan sus colas en señal de agradecimiento al alcalde que los salvó.




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