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¿Ypor
qué hemos de cambiar la Constitución también en esto de la
prelación del varón en el orden de sucesión al Trono, para
que nada sea como siempre fue, para el facilongo y
demagógico aleluya, aleluya, la que coja primero la Corona
es suya? Por razones estéticas e históricas, si es así,
renuncio a la mano de Doña Leonor como futura heredera,
salvo que en la Ruber se haya estropeado la augusta máquina,
el molde de fundir Reyes, y no tenga nunca jamás un hermano
infantito.
Si tú a Joaquín el del Betis le quitas la camiseta
verdiblanca con el 17, lo pones con un frac, una pechera
almidonada, una corbata blanca de lazo y le colocas una
batuta en la mano, no es Joaquín: es el director de la
Orquesta Nacional. Si tú a El Fandi le quitas el terno rosa
y oro, la chaquetilla, la taleguilla, el chalequillo, las
zapatillas y la montera y le pones un bigote postizo como de
león marino, una arrugada chaqueta desestructurada y una
camisa negra, no es El Fandi: es Carod Rovira. A nadie se le
ocurre quitarle el frac al director de la Orquesta Nacional,
la camiseta verdiblanca a Joaquín, el terno rosa y oro a El
Fandi o la camisa negra a Carod y uniformarlos a todos, un
suponer, con un chándal, porque así estarán más cómodos y es
más «democrático». Por ahora, claro. Que con el tiempo,
hasta los magistrados del Supremo asistirán al solemne acto
de apertura de tribunales en chándal. Que con el tiempo,
hasta el arzobispo de Madrid-Alcalá se revestirá para las
solemnes concelebraciones en La Almudena de vaquero y polo
de mercadillo.
Camino de ello vamos. De momento a la Institución Monárquica
quieren quitarle la magia, la historia, la liturgia, la
singularidad de su esencia, el sufragio universal de los
siglos, para hacerla igualitaria, «democrática», paritaria
de paritorio. ¡Ah, y sin discriminación por sexo! Una
Monarquía en chándal, vamos, que es más cómodo y más
«democrático». Pues no, mire usted: la Institución
Monárquica es garante de las leyes democráticas, pero no se
rige por ellas. Por ello precisamente es garante, por su
singularidad, porque está por encima del bien y del mal de
los igualitarismos al uso, en su función de arbitraje.
También sería más «democrático» que el Rey viviera en una
solución habitacional de Sanchinarro, tuviera todas las
mañanas que fichar a las 9 en su puesto de trabajo, fuera a
la oficina en Metro, le dieran al año quince días de asuntos
propios y que pudiera gozar de la jubilación al cumplir los
65 años... Si la que antes nazca hereda la Corona, sea
hombre o mujer, ¿por qué por la misma regla de tres
«democrática» no jubilamos ya al Rey, que está en la edad, y
corre el escalafón? Gracias a Dios no es así, porque en tal
caso, el Rey no sería el Rey, sino un funcionario del
Gobierno, que es quizá en lo que algunos quieren
convertirlo, con esto de la cuota femenina para la Corona.
Sí, Princesas de Asturias de cuota, no de reemplazo del
mágico azar de la Historia. Las Princesas de Asturias piden
húsares, qué caray, no igualitarismos.
Dejemos las cosas como están, que por eso son como son. Si
le quitamos la magia, la historia, la tradición, la
liturgia, ¿qué diferencia hay entre la Corona y la comunidad
de propietarios de su bloque de usted? La mano de Doña
Leonor es ahora un calorcito mínimo que cuando aprieta
instintivamente la de su padre apenas le abarca el dedo
índice. En el calor de esas manos, la mano de la infantita
agarrando un dedo de la mano de su padre, el heredero, está
precisamente el símbolo de la continuidad dinástica, con su
cultura de siglos, no en absurdas discriminaciones de sexo.
Esa manita de Doña Leonor apretando la de su padre es ni más
ni menos que seña singularísima de identidad histórica de
esto que desde hace 500 años llamamos España. Todavía.
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