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Hay
que hacer algo complejo o fastidioso, y quien debe
abordarlo, antes de meter el hombro, se para, se lleva la
mano a la cabeza como para secarse por anticipado el
venidero sudor de su frente, y con muy pocas ganas de
doblarla, contempla la tarea y dice:
-Esto tiene un peluseo...
Alguien enseña una vieja casa heredada en el pueblo, que ha
ordenado y sacado de brillo, sin que arquitecto alguno haya
tenido que dejar la huella de su orgulloso «por aquí pasó
Pilatos haciendo garabatos». Y cuando muestra el resultado
del desvelo de tantos fines de semana empleados en arreglar
la casa ahora tan grata, le dicen para contentarle el oído:
-Esto tiene un peluseo...
Llevas a componer algún objeto roto, en uno de esos raros
talleres que aún arreglan cosas en esta sociedad de perenne
Domingo de Ramos, donde ya es más barato el estreno que la
compostura. Y el artesano benemérito que aún compone
paraguas, o echa lañas a la cerámica rota, o culos de
rejilla a las butacas o de enea a las sillas del tresillo
estilo sevillano, cuando le preguntas cuándo va estar
aquello arreglado y te da esa fecha que te parece tan
lejana, y le metes prisa, te dice:
-Es que esto tiene un peluseo...
Vuelve el peluseo al habla sevillana. Una palabra que
habíamos dejado de oírla durante décadas acaba de volver y
se ha puesto de moda en su retorno. Se la he oído a señoras
y a caballeros, en Los Remedios y en La Buhaira, a gente
mayor y a muchachas que se acaban de casar y que esperan su
primer niño.
Vuelve este peluseo que no encuentro ni loco por los
repertorios lexicográficos, para tratar de saber el origen
de esta frase, la razón del empleo de esta voz, tan
sevillana y clásica. Peluseo no viene en el Diccionario de
la Academia. Peluseo no viene en el «Vocabulario Andaluz» de
Antonio Alcalá Venceslada. Peluseo no fue recogido por
Manuel González Salas en el voluntarioso diccionario del
habla sevillana que tituló «Así hablamos». ¿Qué es el
peluseo, pues? ¿Cómo lo definiríamos? Pues algo así como
«trabajo prolijo que requiere tenaz atención y continuado
esfuerzo». ¿De dónde viene la voz? ¿De lo complicado que era
quitar las pelusas debajo de las camas? ¿Sería eso el
primitivo peluseo, dejar la casa como los chorros del oro,
como una patena, sin una sola pelusa por los rincones? El
peluseo sería lo opuesto a lo que contaba La Esmeralda de
aquella guarra a la que insultaba en sus pasillos de comedia
con La Soraya:
-¡Guarra, so guarra, que te has hecho una casa con los
cuartos redondos para no tener que quitar las pelusas de los
rincones!
Hablando de insultos: el peluseo parece primo hermano de una
voz antigua que se usaba como denigradora: «Peluso». Insulto
que formaba parte de una coplilla infantil a modo de
logolalia, relacionada con un famoso barbero, el maestro
Leal:
¿Dónde te has pelao?
En casa de Leal.
¿Cuánto te ha costado?
Un real, un real.
¡Ra,ra,ra, so peluso!
¿Era el peluso aquel a quien Leal, con la maquinilla y con
la navaja, le dejaba el cuello como el culo de un niño
chico, sin un pelo? Incógnitas del habla. La verdad es que
cada vez sabemos menos acerca de cómo hablamos, y quizá
tengamos menor orgullo de hablantes.
-Es que eso tiene un peluseo...
-No, lo que tiene un peluseo es esta Sevilla en obras, con
media ciudad levantada, donde no han acabado con el peluseo
de la Plaza del Salvador cuando ya han empezado con el
peluseo de la Plaza del Pan...
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