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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El montilla, no: es montillear

Cuando la Expo, servidor acuñó el pellón, unidad de medida del despilfarro de dinero público, equivalente a 1.000 millones de pesetas. Ahora en la Corte han inventado el montilla, unidad de medida de la condonación de créditos por la cara a los partidos. El pellón tenía arraigo en la lengua castellana y en el sistema monetario tradicional. Sonaba a reales de pellón. El montilla, en cambio, no suena tan bien. Quizá por discriminación de género gramatical. Si en vez del montilla fuera el montillo, sonaría a lenguaje económico. Montillo sería diminutivo de monto. Del monto al que asciende la morterá cuyo pago le han perdonado al tío y al PSC: 6,5 millones de euros en créditos más vencidos que el Eslovaquia ante la selección española, de los que no ha pagado ni los intereses ni el principal. Bueno, ni el principal, ni el entresuelo, ni el primero, ni ná.

Como criador de palabras a modo de gallos de pelea para el reñidero del ruedo ibérico, en cuestión de Montilla, del cordobés José Montilla (que es de Iznájar aunque vaya de catalán por la vida), más que por el sustantivo me inclinaría por el verbo. Me explico. Cuando la Expo, lo escandaloso era el sustantivo: el pellón, los 1.000 millones de pesetas despilfarrados, no el verbo. Pellón no pelloneaba. En cambio con La Caixa, con la opa en la quieren tachar a Pizarro con el pizarrín de Gas Natural, con la condonación de los créditos y con el «tú apaga la luz y no digas ná en Cornellá», lo escandaloso no es el sustantivo, el montilla, el importe, sino el verbo: montillear. Montilla montillea. A los ingenios de la Corte las falta la capacidad andaluza de creación de lenguaje. Han dado la siguiente definición del montilla: «Consiste en pedir un crédito, no pagarlo, conseguir al cabo de muchos años que la entidad bancaria te perdone el sesenta por ciento del principal y gran parte de los intereses y te conceda veinte años más para seguir sin pagarlo a cambio de una OPA a todas luces política y monopolizadora». ¡Eso no es un montilla! ¡Eso es montillear! Lo escandaloso no es el sustantivo, es el verbo; no el montilla, sino el montilleo. El montilleo de este charnego paisano de Carmen Calvo, que parece como avergonzado de su cuna andaluza, ¡anda que vaya representación cordobesa en el Gobierno!

¿Que todos los partidos montillean? Cierto. Igual que los males del chantaje de los pequeños partidos separatistas provienen de la ley electoral, la enfermedad crónica del montilleo deviene de la Ley de Cajas de Ahorros. Si los partidos gobernantes manejan las cajas, ¿cómo no van a montillear? ¿Hemos ya olvidado los créditos con los que Chaves conjugó el verbo montillear? ¿Cuánto ha montilleado al PP allá donde tiene el mango de la sartén de las cajas? Mi medio colombroño Jaime Ignacio del Burgo ha descubierto que el Partido Andalucista también conjuga el verbo montillear. Dice: «El PNV debe a los bancos, él solito, la respetable cifra de 19.830.040,07 euros. No sabemos si a estas alturas la prescripción ha hecho milagros. Claro que eso es pecata minuta si se compara con la situación del PA . Este pequeño partido político, bisagra socialista cuando se tercia, adeuda 8.640.811,46 euros con una deuda vencida de nada menos que 6.043.268,62. ¿También las Cajas controladas por el señor Chaves tienen orden de mirar para otro lado para que los andalucistas alcancen la gloria de la prescripción?»

Nada, nada, montillear y montilleo, nunca montilla. Hombre, porque lo que faltaba era que la gente dejara de beber vino de Montilla, en plan boicot al cava. No olvidemos el viejo lema publicitario: «Cuando de vinos se trata/la elección es bien sencilla:/o Moriles, o Montilla». Bueno, pues yo, los dos: Moriles y Montilla. A pesar del montilleo catalán y del montilleo andaluz.




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