|
-
APROCOM
total, este artículo va dedicado a los caballeros y damas de
la Real Maestranza del Comercio de Sevilla. Trata sobre la
festividad hodierna, sabatina comercial. El sábado es el día
comercial por antonomasia. La bulla de compradores por la
calle Tetuán, por Velázquez, por San Eloy, por La Campana,
por Cerrajería, por las tiendecitas como inglesas de ropa de
niño chico en los alrededores del Salvador, es un homenaje
al libre mercado, al consumo como motor de la economía.
Hoy es sábado de colas en las cajas de Zara, de cofradieros
caminos más cortos entre las antiguas Galerías y los
arrempujones en las escaleras mecánicas del Cortinglés del
Duque, tirando ora por el paseje Alonso Vicedo, ora por
donde la Caja Rural, para atravesar luego directamente desde
San Eloy por dentro del antiguo Mark Spencer. Hoy es sábado
de bolsas de compras, de carritos de niños chicos, de
refinados conjuntos de música de cámara tocando en la
esquina de Rioja y trayéndonos la imagen de esa ciudad
refinada, culta, europea que tanto nos esforzamos en
disfrazar y destrozar.
Pero hoy es el día, ay, en que los maridos acompañan a las
señoras en sus compras. Los caballeros y damas de la Real
Maestranza del Comercio lo saben y lo temen. Para muchos
comerciantes, el sábado es el Día del Marido Mijita. Si la
jornada sabatina es motor de la economía comercial, el
marido mijita es un elemento retardador del desarrollo, un
enemigo del consumo.
Saben qué es el mijita: el cocinilla metomentodo que a todo
le halla un defecto y para el que la perfección no existe.
El aguafiestas de toda compra. El eterno objetor de tarjeta
de crédito. A lo largo de la semana, las señoras campan a
sus anchas por escaparates y mostradores, probadores y
cajas. Pero el sábado, ay, las acompaña aquí mi marido. El
mijita. Los comerciantes se echan a temblar cuando ven
entrar por las puertas a la clienta que llega con el marido
mijita puesto. Yo calculo que hoy sábado, por culpa de los
maridos mijitas, los comerciantes dejarán de ingresar en sus
cajas registradoras digitalizadas algo así como siete mil
millones de pesetas. Una auténtica sangría económica.
La señora, un poner, se va a comprar un bolso precioso y
baratísimo que ha visto en el escaparate de Casal. Encantada
con haberle echado el ojo al bolso, ha dicho que se lo
envuelvan cuando el marido mijita, solemne, va y dice:
-Espera, Mari, que parece que aquí en esta esquina tiene un
rayoncito... Que te den otro, que éste tiene un rayón.
-No tenemos otro. Como están tan bien de precio se han
vendido estupendamente y es el único que nos queda.
-Pues con el rayón no te vas a llevar el bolso, Mari...
-
Y Angel Casal pierde la venta
como perdió al recordado Rey de los Bolsos. Y en la
bisutería de Elena Bernal encuentra luego Mari la pulsera
ideal, que, vamos, parece de Shaw. Y también se la va a
llevar cuando el marido mijita, ay, descubre. ¿Sabe usted
qué? Pues que una de las falsas turmalinas tiene un color
que parece que es un poquito distinto a las otras si se la
mira así desde este lado.
-Mari, así con esta piedra de otro color no te vas a llevar
la pulsera...
Y Elena Bernal que pierde una venta por culpa del mijita. La
Cámara de Comercio, la CEA y Aprocom deberían tomar medidas
contra ese elemento retardatario del desarrollo económico
que es el mijita de sábado. Como en las antiguas tabernas
ponían lo de «Se prohibe el cante», en las tiendas del
centro deben poner el sábado un letrero que diga: «Se
prohibe que los maridos mijitas abran la boca».
Artículos de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|