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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Franco no, gracias

A toro pasado, todos somos Manolete. Treinta años después de muerto Franco, todos son antifranquistas. ¡Qué maravilloso hubiera sido, señores del Proceso 1.001, Soto y Saborido, que en aquellos entonces hubiera tantos antifranquistas como ahora! Carmelita tu mujer, querido Eduardo Saborido, sola en su barrio obrero, señalada por el dedo como roja peligrosa por los mismos vecinos que ahora van de progresistas, para ir a verte al locutorio de Carabanchel no hubiera tenido que pedirnos el dinero del Talgo a los liberales, a los carlistas, a los demócratacristianos. A los cuatro gatos que nos atrevíamos a alzar la voz contra la dictadura, y que llamábamos General Franco, como Radio París, a quien para todo el mundo era Su Excelencia el Jefe del Estado. Al que vi llegar a Sevilla y pasar por delante de mi casa. La gente llenaba las calles y tocaba las palmas a Franco hasta echar humo. ¿Los llevaban encadenados, tenía cada uno detrás un policía de la Social, encañonándolo con la pistola para que aplaudiera? No. Franco les parecía lo más normal. Como que el 18 de Julio dieran la paga extraordinaria o que los trabajadores tuvieran Seguro de Enfermedad.

Que no me vengan ahora con monsergas de telediario y manipulaciones especiales sobre la dictadura. Los antifranquistas cabíamos en un taxi. Tirando largo, en un microbús. Lo digo porque por oponerme en pleno estado de excepción a que la Asociación de la Prensa de Sevilla jaleara los fusilamientos de la dictadura, vino a por mí la Brigada Político-Social, y me aplicaron la Ley Antiterrorista, y me echaron las tres fotos de la ficha policial, y me dieron el boncotel para la pernoctación en los calabozos de La Gavidia. Me retiraron el pasaporte como rojo peligroso que pedía libertades por escrito y me llevaron al Tribunal de Orden Público por decir que la bandera blanca y verde vuelve tras siglos de guerra. Y puedo jurarles que entonces, allí, pidiendo la libertad, no había masas enfervorizadas, sino unos tíos de trenca y pana con más jindama que porros, que les llevabas el papel para mediar por los sindicalistas presos y te decían:

-Perdona, chico, no puedo firmar porque estoy preparando oposiciones, las llevo muy bien y no quiero significarme.

Ahora los veo de antifranquistas profesionales, muy bien instalados en este sistema de libertades por el que no tuvieron co...nvencimiento de dar la cara. Poderosos, ricos podridos, con despacho oficial, los que entonces callaban ahora hacen antifranquismo de arte y ensayo. ¿Memoria histórica dice usted? Pues a ver si de verdad empezamos a narrar la auténtica memoria histórica de qué hacían todos estos cobardes cuando Franco vivía, la gente le tocaba las palmas y ellos callaban. Como ratas. Sí. Los que éramos cuatro gatos podemos decir que eran las ratas escondidas, que sólo dieron la cara cuando Franco murió en la cama y el Rey nos devolvió las libertades. ¿Dónde estaban entonces las masas del Partido Socialista luchando contra Franco? ¿Dónde la UGT? ¿Dónde cuando acompañamos a Don Ramón Carande a visitar al cardenal Bueno Monreal para pedirle que intercediera por los presos políticos? No, estaban los comunistas, Comisiones, los liberales, los carlistas, los monárquicos de Estoril, cuatro andalucistas locos... y el bastón de don Ramón Carande.

Aquellos cuatro gatos tenemos títulos más que suficientes para levantar la Memoria Histórica de la Manipulación y hartarnos de reír. ¡Qué bien están derribando ahora la dictadura desde el telediario, joé! ¡Cómo atacan a Franco con sus artículos! Por favor, menos cuento del envergue. Franco, no, gracias. Ya está bien de tanto Franco. Vuestro falso Franco. Entonces, entonces os hubiéramos querido ver allí a los que ahora paradójicamente nos llamáis fachas porque, en el mismo sitio, sin movernos un palmo frente al poder, seguimos dando la cara y defendiendo las libertades.



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