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TRANQUILO,
Yordi, digo, Jaime, Jaime Ostos, que esto no va de trapos
sucios ni de poner de limpio. Esto va de una prima alemana
de Jaime Ostos y de la herencia demográfica de Pablo de
Olavide, el asistente indiano de Sevilla, el superintendente
de las Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierra Morena, el
ilustrado e interesantísimo personaje limeño, paisano de
Fernando Iwasaki, del que se conoce apenas una caricutura
progre que nos lo presenta poco menos que como un rojete
medio masón, casi con carné del PSOE.
Ha habido una noticia que nos habla de la herencia andaluza
de quien por orden de Carlos III fundó las Nuevas
Poblaciones de Andalucía: entre otras, La Carlota en
Córdoba, La Carolina en Jaén y La Luisiana en Sevilla. Se
trataba de repoblar con colonos extranjeros un auténtico
desierto interior en el camino de la Corte a los Puertos,
una mina para los bandoleros de la época, paraíso para el
asalto de diligencias a lo Curro Jiménez. Olavide hizo lo
que ahora echamos en falta: una política efectiva y racional
de inmigración. Como no se fiaba de los españoles, se trajo
a colonos alemanes y suizos, a los que dio una casa en el
pueblo de nueva fundación, una suerte de tierra, una yunta,
aperos de labranza, semillas. Como La Pequeña Holanda que se
intentó levantar una vez sin éxito en la marisma almonteña.
Gracias a la repoblación de Olavide, Sierra Morena y el
camino de Andalucía dejaron de ser pesadilla de caminantes.
Los inmigrantes arraigaron, fusionaron sus costumbres con
las andaluzas. En las Nuevas Poblaciones aún hay germanas
Pascuas de los Huevos Pintados o helvéticas ceremonias de
tremolar banderas, y hablo de San Sebastián de los
Ballesteros. Y quedan apellidos extranjeros: los
descendientes de aquellos inmigrantes, andaluces con un
nombre completamente alemán, apellidos de los que tienen más
consonantes que vocales.
En la guía de teléfonos de La Luisiana se encuentran aún a
porrillo los apellidos Hans, Hebler, Bacter, Baxter, Pigner,
Uber. Son de los primitivos colonos inmigrantes, que siguen
llevando sus descendientes. Y allí y en Ecija están los
Ostos. Sí, como Jaime Ostos. A don Manuel Alvar, en la
cátedra de don Francisco López Estrada, le oí mantener que
este Ostos de las Nuevas Poblaciones era una adaptación
fonética andaluza del apellido alemán Osthoft. Sostenía el
autor del ALEA y fundador de la dialectología andaluza que
en las sucesivas generaciones de colonos alemanes, el
Osthoft germano, pronunciado por sus vecinos andaluces de La
Luisiana y de Ecija, derivó en Ostos: Osthoft>Ostoft>Ostos.
El Osthoft alemán se hizo un Ostos tan ecijano y andaluz
como Jaime Corazón de León, como el pundonor torero de Jaime
Ostos.
En los periódicos ha venido la foto de una prima lejana de
Jaime Ostos. De la parte de la familia que no acudió al
llamamiento de Olavide y no se vino a fundar La Luisiana,
sino que se quedó en Alemania. En Irak, los terroristas han
secuestrado a una cooperante alemana, una arqueóloga,
guapísima por cierto: Susane Osthoft. En cuanto la vi, puse
en marcha la moviola de la Historia de Andalucía. Rebobiné y
pensé en sus parientes de La Luisiana, La Carolina o La
Carlota. En los Osthoft de Ecija que devinieron en Ostos
porque el andaluz, en su hambre de siglos, se comía hasta
las consonantes de los apellidos alemanes de los colonos de
Olavide. La arquéologa Susane Osthoft no es otra que Susana
Ostos; vamos, la prima alemana de Jaime Ostos.
Espero no sólo que sea liberada sino que, cuando felizmente
lo sea, no le diga nadie que es Ostos, Ostos, Ostos. Porque
entonces el genial e irrepetible Jaime es capaz de ir a
Salsa Rosa a contarlo.
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