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No
sé si al profesor Olivencia le fastidia que le digan lo que
esta tarde se van a hartar de llamarle: «Maestro».
-Maestro de El Cuervo para acá, naturalmente...
Por descontado. ¡La guasa que tiene llamar «maestro» a
alguien en Jerez! ¿Ah, que no lo sabe usted? Pues en Jerez,
cuando quieren decirle a uno que tiene apéndices
frontales...
-Qué cursi le ha salido a usted decir que a un tío le han
puesto los cuernos...
Bueno, pues sin cursilerías: en Jerez llaman «maestro» al
cornudo. ¿Por qué? Dicen que porque «Maestro» fue el primer
toro lidiado en aquella plaza. Y no sé cómo resolverían en
Jerez el nombre de la Escuela de Magisterio, antes del mote
de Ciencias de la Educación. Si Magisterio viene de maestro,
en jerezano pondría en su letrero: «Escuela de Cornudos». Y
eso no es el nombre de un centro de enseñanza, eso es una
revista de Colsada rescatada por José Luis Moreno en TVE.
Eso, en Jerez. Y de El Cuervo para acá lo de «maestro», si
no ofensivo, sí está francamente devaluado. Nada digo en el
mundo de los toros, especialmente en las escuelas de
tauromaquia:
-Nos va a dar clases el Maestro Camarena...
¿Maestros de qué? Maestros quizá con el mismo título que el
Doctor Liendre, que de todo sabe y de nada entiende.
Maestros Ciruelas. Y el caso es que a la gente le encanta
que le llamen maestros, en cualquier actividad. Se ponen más
anchos que largos. Con decir que algunos colegas llaman
maestro a servidor, pueden hacerse una idea de lo
desprestigiado, manoseado y devaluado que está el término.
A pesar de lo cual, hoy se lo llamarán, y con toda justicia,
al profesor don Manuel Olivencia. Se lo dirán por activa,
por pasiva y por la voz que nadie cita: por perifrástica. En
el Paraninfo de la Universidad será presentado el libro
«Escritos Jurídicos de Manuel Olivencia». Lo presentará su
discípulo amado, el sevillano profesor don Guillermo Jiménez
Sánchez, vicepresidente del Tribunal Constitucional. De
Derecho Mercantil va la cosa. De ellos con ellos. Don Manuel
enseñó tanto a don Guillermo, que era el que más sabía en
España hasta de las culebrillas de las letras. La verdadera
Facultad de Letras no era la de Carriazo y García Calvo. Era
la de Derecho, con Olivencia y Jiménez Sánchez: Facultad de
Letras a 30, 60 y 90 que levantaron la prosperidad de
España, según la filosofía rondeña de don Juan de la Rosa
que don Manuel gusta citar:
-Manolo, Manolo, déjate de Derecho Mercantil, que lo
importante es trincar la tela de golpe e irla soltando poco
a poco.
A Don Manuel Olivencia, como ha ido ganando poco a poco, con
esfuerzo, con trabajo, con dedicación, con honradez, el
prestigio de toda una vida entregada al Derecho Mercantil y
a la vergüenza torera, hoy le soltarán de golpe todos los
elogios. Merecidísimos. Tanto, que cuando le dieron la
máxima condecoración jurídica dije que a San Raimundo de
Peñafort le habían dado el Olivencia. Si el «pellón» fue en
la Expo la unidad de medida del despilfarro de dinero
público, el «olivencia» fue la vara de platino para medir la
vergüenza y la dignidad, cuando contempló el panorama de la
mangoleta de la Barqueta y dijo:
-Ea, señores, pues ya estoy yo en mi casa...
Aunque la palabra esté tan manoseada y más tocada que el
tigito, lo siento, pero a Olivencia le llamaran hoy cien
veces lo que es: Maestro. Maestro maestrante de Ronda.
Maestro de la ciencia jurídica, de la vida, de la dignidad.
Magisterio de su ejemplo civil. Querido Guillermo Jiménez
Sánchez, díselo esta tarde en latín, para que se ruborice
menos: «Magister verecundiae». Maestro de la vergüenza, un
bien tan escaso en nuestros días que a los bichos raros que
la tienen los llevan a una especie de reserva de Doñana,
publicándoles sus «Escritos Jurídicos».
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