|
-
HERMANA
Coraje sevillana, Teresa Jiménez Becerril vive en Italia.
Tan lejos y leyendo aquellas gacetas le falta práctica en el
arte sevillano de ver las esquelas. Interpretar las esquelas
mortuorias es un arte sevillano, como la talla de las
canastillas o el bordado de los mantones. El sevillano sabe
leer hasta el blanco de las esquelas, lo que no pone, que a
veces dice muchísimo más de lo que está escrito. Las
ausencias de nombres en las esquelas dicen lo que no hay en
los escritos. El sevillano no tiene recato en proclamar que
empieza a leer el ABC por las esquelas. Por cuestión
horaria. Si lees las esquelas lo primerito del periódico,
puedes llegar a tiempo de abrazar y acompañar a un doliente
amigo en el tanatorio de San Jerónimo o en La Caridad. Lo
demás, la política, la información, la opinión, puede
esperar.
Si Teresa Jiménez Becerril le hubiera preguntado a su madre
lo que iba a ocurrir este año con la memoria de su hermano
Alberto y de Ascen, su mujer, quizá se lo hubiera explicado
con sólo leer dos esquelas que venían el domingo en el ABC.
Como a mí me lo hizo ver la poetisa Rosa G. Perea. Rosa,
inteligentísima lectora de poesía y de esquelas, me las
alertó por el teletipo de los crisantemos: «Una es del
Ayuntamiento y otra del PP. La primera, la de los caballeros
veinticuatro, suntuosa, enorme, laica. En lugar de la cruz,
el escudo del No Pasa Nada, perdón, del No8Do. No convocan a
una misa, sino a un acto en que se depositará una corona de
laurel. Pero lo que más me ha indignado es que dicen que han
muerto "Víctimas de atentado". El PP, en su esquela, pone:
"Asesinados por la banda terrorista ETA". Lo que es.
"Víctimas de atentado", sin mentar a la ETA, es una muestra
más del miedo hipócrita que padecemos.»
Miedo que gracias a Dios no tienen ni Teresa Jiménez
Becerril ni su madre. A ambas les tengo un respeto y una
admiración fuera de canon, de grande. Algunas veces he ido a
tomar el aperitivo en el José Luis de la Plaza de Cuba y se
me ha sentado en la mesa una pena en forma de madre o una
madre en forma de pena. La madre de Alberto te pone el alma
en un puño cuando la oyes hablar, el recuerdo perenne, tan
cercano. Lo que quieren que se olvide es el recuerdo que
ella, madre, acuna cada día. Te confirma las palabras del
clásico: «Guerra es el tiempo en que los padres entierran a
los hijos». Que no le hablen a ella de proceso de paz. Ni a
su hija Teresa, valor y dolor hechos palabra, cuando la oyes
en un discurso perfecto, cuando la lees en la denuncia de un
artículo.
Teresa, que no quiere entender nada de estos absurdos porque
no está dispuesta a justificar nada, ha dicho: «El Gobierno
de España me ha traicionado». A veces una ciudad, una
sociedad entera hablan por boca de una mujer. Sevilla, la
Sevilla de Alberto y Ascen, la de Muñoz Cariñanos, la que se
libró milagrosamente de las bombas de Henri Parot, ha
hablado por boca de Teresa. Las cosas están de título de
novela de Marsé. Con la que está tramando el Gobierno en el
mal llamado «proceso de paz» quieren que sus discursos, sus
artículos, que el redoble de conciencia de las víctimas de
la ETA sean las «Ultimas tardes con Teresa». De ninguna
manera. Si Teresa se siente traicionada, ¿cuántos cientos de
miles de sevillanos nos sentimos ahora lo mismo que Teresa?
Echaré las cuentas. Nos sentimos traicionados todos aquellos
que expresamos el dolor común por el joven matrimonio
asesinado, y pedimos la exterminación de la ETA, bajo la
lluvia, en la Plaza Nueva. Nos sentimos traicionados todos
aquellos que en el funeral con Antonio Muñoz Cariñanos de
cuerpo presente en la Catedral, le escuchamos una homilía
histórica al arzobispo. Aunque Teresa no sepa leer las
esquelas sevillanas y le sorprenda dónde está llegando la
vergonzosa claudicación de España, debe tener la completa
seguridad de que no sólo la traicionaron a ella. Nos están
traicionando a todos. Porque se están traicionando ellos
mismos.
Artículos de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|