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SI
Rajoy fuese a pedir un referéndum sobre las mantecadas, lo
más lógico es que empezara a recoger firmas en Astorga. Pero
como es sobre la nación española y la igualdad de derechos
de sus ciudadanos, ha empezado en la Cuna de la Libertad,
donde se meció entre olas la primera Constitución. Cádiz,
Constitución, Viva la Pepa. Ojú. Mucho cuidado, que los
nuevos servilones pueden encerrar otra vez tras las rejas
del castillo de la Caleta a los liberales de 1812 o 2006, da
lo mismo. Mal lo tiene la nieta de La Pepa con su tocayo
José Luis Rodríguez, que escrito así parece El Puma. (¡Ya
está, Carlos Herrera! Por eso este hombre no quiere que le
llamemos lo que es, Rodríguez: para que no lo confundamos
con El Puma, el cantante venezolano. En cuestión de abrazos
de hermanos con sabor venezolano aquí no hay más Puma que
Chávez).
Hay que ser un auténtico virtuoso de las complicaciones y de
la creación de problemas innecesarios para que lo que estaba
tan claro en 1812 (que España es una nación de ciudadanos
libres e iguales que ostentan la soberanía) sea ahora una
disputada cuestión que hay que defender con las democráticas
armas de las firmas. Bajo un cielo que huele a erizos de
febrero, que espera la lluvia, la lluvia de papelillos y
serpentinas, coincidiendo con el arranque del concurso del
Carnaval en el teatro, Rajoy se fue a la Plaza de las
Flores. Deliciosa Plaza de las Flores, donde las rosas
frescas del día te van guiando por el Cádiz de la
Constitución. Plaza que también lleva el nombre de Almirante
Topete. El que en la bahía de 1868, ante un horizonte de
velas soberanas, lanzó un grito que hoy sería políticamente
incorrecto. Vamos, una a-Mena-za: «¡Viva España con honra!»
se oyó gritar ayer nuevamente junto a los blancos muros de
esta ciudad. ¡Qué antigüedad! Como en Cádiz quedan tan
buenas tiendas de anticuarios y de duros antiguos, ¿no iría
a eso Rajoy, y no a por atún encebollado y a recoger firmas?
¿No iría a Cádiz por antigüedades, buscando la verdad de la
Constitución como quien quiere un estrado isabelino y la
igualdad de los ciudadanos de la nación española como quien
busca un cuadro costumbrista del XIX con azotea gaditana,
macetas, tendederos, mocita cosiendo y cura? Porque todo eso
de la Constitución, la nación, la igualdad de los
ciudadanos, y nada digo de España, y nada digo de la honra,
son antigüedades a los ojos del sunami progre que se está
tragando España como el maremoto de 1755.
Rajoy recogió firmas en la Plaza de las Flores. «En la plaza
de las Flores/vimos a un equilibrista/que atravesaba el
alambre/con un pañuelo en la vista», cantaba una antigua
chirigota. Ha vuelto a sonar su copla. En la plaza de las
Flores vimos ayer a un equilibrista que, además sin red,
atravesaba el alambre, el finísimo alambre de la legalidad
constitucional al que los socios separatistas del Gobierno
le quieren meter el cortafrío del chantaje. Firma a firma,
todos podemos ser carpinteros de ribera que hagamos del fino
alambre lo que siempre fue: calabrote de patache de la nave
del Estado.
Mejor sitio no podía haber elegido Rajoy para esta
revolución constitucional por el plan antiguo. Quintaesencia
de España, donde residió la nación soberana cuando estaba
más perdida que el barco del arroz, Covadonga contra
Napoleón, lo que no sabe Rajoy, gallego en su freidor de
firmas, es que el viento y la mar también estamparon ayer su
nombre en la Plaza de las Flores. El viento antiguo de
goletas firmó; «Viva España con honra». Y la mar de
bergantines, desde el castillo de Santa Catalina donde los
servilones encerraban a los liberales, le respondió, como un
óle: «¡Viva la Pepa!» A ver si oyen el «Viva España con
honra» del «Viva la Pepa de 1978» estos vivalavirgen que
sólo quieren permanecer en el poder aunque la nación
soberana, como el equilibrista de la chirigota antigua, se
pegue el pellejazo del siglo.
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