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QUE
viene, que viene, psss, psss. El miedo. ¿O ha llegado ya? Lo
tenemos en lo alto. Me da miedo el miedo. El mío y, sobre
todo, el ajeno. Estoy en algo tan sevillano como un funeral.
Misa por el padre de una amiga. Frío de iglesia. Ese frío de
mármol y confesionario vacío de las iglesias sevillanas. Y
sobre ese frío, albarda sobre albarda, el frío del miedo. El
amigo que me dice:
-Me encanta lo que estás escribiendo, pero ten mucho
cuidado, no te vaya a pasar algo... ¿No te da miedo?
Lo que me da miedo es que tengamos este miedo. No es el que
siempre hay en la Muy Cobarde Ciudad de Sevilla, no. Es
peor, más hondo. ¿Usted no ha visto que de la situación no
se cuentan ya ni chistes? Mucho SMS sobre el cava, pero
desde entonces, chitón. Chirrín, chirrán. Peor que cuando la
dictadura. Entonces por lo menos se contaban chistes de
Franco, de los pantanos, de Paco Rana. Ahora, nadie se
atreve a piar. Cuando entro en la barbería y me siento para
pelarme, el peluquero mira alrededor por si nos escuchan. Y
baja la voz para decirme:
-Hay un cliente que viene todas las mañanas nada más que a
leer aquí el periódico de balde. Y dice siempre lo mismo:
«Dame el ABC, que voy a ver qué trastada nos ha hecho hoy
Zapatero...»
Por muchas trastadas que nos haga, ni chistes. Puro miedo.
Hay asuntos sobre los que si escribes, pones a tus lectores
en el ay, no en el óle. Echándole un poquito de valor marca
de la casa, yo iba a echar la pata alante y a escribir hoy
con la femoral acerca de la caricatura de Mahoma que publicó
un periódico danés y que, reproducida por el «France Soir»,
de momento le ha costado el puesto a su director. Echándole
valor, iba a escribir de la reacción de los fundamentalistas
islámicos, e iba a decir que lo mismito que los católicos
aquí, que cuando en una televisión cercana al Gobierno
explican cómo asar un Cristo al horno, o que cuando Carod
Rovira se pone en Jerusalén la corona de espinas del Señor
para mofarse de la religión, no protesta ni la Hermandad del
Valle, que lleva ese sagrado misterio en el paso de los
espejitos. Y echándole más valor todavía, iba a decir que
menos mal que aún no nos hemos gastado el fortunón de dinero
público que nos va a costar la mezquita de Los Bermejales,
porque entonces la reacción de los mahometanos podía llegar
hasta el campo del Betis.
Pero para qué tener miedo de un Gobierno que está en Madrid
o de un Mahoma del que se burlan en Dinamarca y por el que
sus partidarios fundamentalistas aplican la técnica de los
versos satánicos en Francia o en Tierra Santa. No hay que ir
tan lejos. Yo iba a escribir de estas cosas cuando veo que
la que llaman violencia, y que merecería palabras más duras
y reales, no está ya de noche en Las Tres Mil, o de
madrugada por los Pisos del Chocolate, o en la desierta y
enrejada calle Francos. El horror va ya por la Plaza de
Cuba. Junto a la Plaza de Cuba, a plena luz, a mediodía,
asaltaron ayer todo un bloque de pisos de Los Remedios, con
tata de rehén incluida. Como antes entraban de noche en los
deshabitados chalés perdidos por el campo de Mairena o por
las urbanizaciones sin cerramiento penetran ahora en todo el
centro de Los Remedios, en la calle Génova, aunque en el
telediario digan que eso es Triana. (¿Cómo fiarse de una TV
que dice que la calle Génova está en Triana?).
Deseo fervientemente que los atracadores de la calle Génova
(que tengo la seguridad de que los detendrá la Policía) sean
chorizos españoles. Ojalá no sean como aquella banda de un
país del Este que robó con un rififí de película la joyería
Román de la calle Rioja. Porque, ave María, como en nuestra
generosa y permisiva política de inmigración sea una banda
de ex militares de cualquier antiguo país comunista... Lo
que nos faltaba, con el miedo que hay, era que, encima,
estuviéramos en Sevilla ya a merced de las bandas
organizadas que antes campaban sólo por Marbella.
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