Clic para ir a la portada

El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Las tapas irrecitables

El tabernero clásico se seca en el blanco mandilón las nobles manos de despachar y le dice al camarero, señalando a unos clientes que hacen tertulia al final de la barra:
—A ver si aquellos señores han terminado ya con el periódico y me lo traes...
Y se lo traen. Y lo abre por una página que sabe dónde está. Y teniéndola delante, me dice:
—¿Tú te acuerdas cuando en todos los bares de Sevilla se recitaban las tapas en vez de darlas de impresora dentro de un plástico?
—Sí, hombre, había camareros que eran como rapsodas de la ensaladilla y los calamares a la riojana. Cogían aire, como un buceador, y te largaban del tirón, sin respirar, el recitativo fantasía de la salmodia enterita.
—Eso, eso, salmodia. Para mí que era un resto del tiempo de los moros. Era como el jámala, jámala del muecín en lo alto del minarete.
—Como que yo creo que los moros hicieron la Giralda para que el Moro Juan se subiera allí a recitar las tapas.
—Tapas moras, naturalmente: «Tenemos las albóndigas, los alcauciles, los altramuces...»
El viejo tabernero volvió a mirar el periódico que tenía en la mano, y me dijo, con cara de duda:
—¡Pues cualquiera tiene cojones de recitar ahora las tapas de la nueva cocina! ¿Has visto la que ha ganado en este concurso de tapas?
No la había visto, y me la leyó. Le han dado el premio de la mejor tapa sevillana a una que requiere los honores de un punto y aparte:
«Peras al vino tinto rellenas de foie gras, aceite de vainilla y panetone a la grasa».
—¿Eh, cómo se te queda el cuerpo? —me dijo el tabernero, tras leerme el nombre de la tapa sevillanísima por las que hilan, elaborada por un restaurante de platos cuadrados.
—¿Cómo se me va a quedar? Perfectamente en caja. Esto es lo que hay. Esta es la Sevilla que tenemos, la que promueven desde el Ayuntamiento, a la que nunca acusan de carca ni de rancia. La acomplejada Sevilla que anda pidiendo permiso por serlo y buscando la coartada de la universalidad. A Sevilla, a ver si te enteras, le da vergüenza de lo suyo propio, para que no la acusen de cateta. Aquí los catalanes y los vascos venga a sacar tajada defendiendo lo propio, sin que nadie se atreva a abrir la boca, y mientras nosotros disimulando lo que somos por todos los medios a nuestro alcance. Las peras al vino tinto rellenas de foie gras, aceite de vainilla y panetone a la grasa son, al cambio, como los parasoles de la Encarnación. Como el edificio de la biblioteca universitaria en el Prado. Como la noria de los cojones. Como el destrozo del palacio de San Telmo, mira los torreones, que un moderno lo está vaciando por dentro enterito, sin que nadie diga nada, no vaya a ser que lo acusen de retrógrado. Estamos en una Sevilla que le pides peras a la Virgen del Corral de los Olmos y te las da, no le vayan a decir que es una cateta. Y donde en vez del adobo de Blanco Cerrillo, nos rendimos ante la modernidad y el progreso de la memez de las peras al vino tinto rellenas de foie gras, aceite de vainilla y panetone a la grasa.
—Pues yo no me imagino a aquellos camareros de Casa de la Viuda recitando las tapas, y diciendo: «Tenemos las peras al vino tinto rellenas de foie gras, aceite de vainilla y panetone a la grasa...»
—Les hubieran respondido: «¡Tu padre por si acaso!»


Artículos de días anteriores
 

Correo Correo


Clic para ir a la portada  

Biografía de Antonio Burgos  

Libros de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés




 

 


 

 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España.

 

 

 

¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio