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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La España matagatos

A estas alturas de curso no creo que necesite presentación. No voy a ser como el egocéntrico locutor de sala de la convención del PP. Entre otras cosas porque como soy libre, no hay quien me ponga ni una correa, ni una mantita, ni un carné de partido. Hasta ahí podíamos llegar. ¡Miau!

Soy Remo, el gato litergato romano de la Bética que dictó sendos libros sobre felina materia al señor que recogí en mi casa como mascota humana y al que le puse de nombre Burgos. Estaba de humano callejero, a riesgo de que lo cogiera un macrobotellón o un farruquito, atemorizado por lo que está pasando en España, donde hoy es todo más absurdo que ayer, pero menos que mañana. Hasta que lo recogí. ¡Lo agradecidos que son estos humanos! Siempre recomiendo a mis congéneres que recojan a uno en sus casas. ¡Qué serviciales, cuánta compañía dan! Lo bien que nos pagan la comida, la veterinaria, las vacunas, los gastos de comunidad, la calefacción calentita, el IBI. Todo. No sé cómo hay gatos que todavía no han recogido a un humano en su casa. Sí, ya sé. Por la mala fama que tienen los humanos: gente violenta, agresiva, egoísta, que nada más que piensan en el dinero y en pasarlo lo mejor posible.

Aprovechando que mi humano ha salido a comprobar si ha florecido ya el primer naranjo, me he metido aquí en su escritorio y he tomado sus trastos, porque estoy muy preocupado. Por la gripe aviar. Me paso todo el día en la salita, donde mis humanos tienen puesta la televisión, que es como una ventana por donde sale siempre una peluquera muy famosa y unas señoras que dicen que son muy progresistas, muy de izquierdas y solidarias, pero que se dedican a hacer el ridículo en África, disfrazándose de subsaharianas. Sin patera, claro: hotel de cinco estrellas y avión gran clase.

A lo que iba: que por esa ventana por donde salen todas las perrerías que quienes los gobiernan les hacen a los humanos españoles, he visto que están cayendo como chinches las compañeras gallinas, las compañeras ocas y los compañeros gansos. Por una enfermedad, la gripe aviar, que tiene nombre como de jugar a los barquitos: H5N1... ¡agua! Eso: agua. Menos mal que esto no es la isla alemana de Rügen y que todavía no ha aparecido muerto en España ningún colega nuestro, ningún lindo gatuno. Lo que nos faltaba a los gatos de España era que cayera alguno de los nuestros por culpa de la gripe aviar y nos cogieran como cabeza de turco, encima de la que tienen tomada contra nosotros los ayuntamientos, los zoosanitarios con sus nazis cámaras de gas y otras inquisiciones que odian la Libertad que representamos. (Mi humano dice que la mejor Estatua de la Libertad no está en Nueva York, que soy yo, haciendo siempre lo que me da la gana). Si en esos países tan civilizados como Alemania y Francia, donde los gatos ocupamos el lugar que nos corresponde como los dioses que fuimos en el antiguo Egipto, como heraldos de la romanización, nos abandonan, nos meten en cuarentenas y lazaretos, nos persiguen, nos encierran, no quiero ni pensar la que nos pueden formar aquí en España, la nación europea donde tenemos peor prensa y somos más odiados.

Sin ningún gato caído todavía por Bastet y por Egipto a causa de la gripe aviar, el Ayuntamiento de Bilbao, por ejemplo, ha prohibido bajo multa de 600 euros que los humanos nos alimenten a los callejeros. Han condenado cruelmente a la muerte por inanición a los libres gatos callejeritos de Bilbao. ¡Con la falta que hacen en las Vascongadas los monumentos vivos a la Libertad como somos los gatunos! Como no somos nobles linces, no nos hacen felinos predilectos de la Junta de Andalucía ni nada. Así que no quiero ni pensar lo que sería esta España matagatos si en el triste azar del H5N1 dijeran un día: «¡Tocado y hundido un hermoso gato canelita del Campo del Sur de la Cuna de la Libertad que se ha comido una gaviota con gripe aviar!».


 

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